Francisca Crovetto, deportista en la especialidad de tiro al plato, en sus charlas explica que las derrotas son un proceso, un duelo necesario para conocer esos sentimientos de frustración y luego agarrar todos los pedazos que quedan de un sueño para juntarlos y volver a empezar. Eso fue lo que vivió en los Juegos Olímpicos de Río 2016, cuando no logró pasar la fase de clasificación e incluso cuestionó si debía continuar con sus aspiraciones personales. Sin embargo, ocho años después, esta vez en París (Francia), Crovetto terminó en lo más alto del podio al conseguir la medalla de oro, el máximo galardón para un deportista.
“No puedo romantizar el proceso, lo más importante es vivir las emociones tal como son. El dolor duele, el amor es amoroso y rico y cuando te va mal en una competencia, cuando no consigues el objetivo uno vive un duelo, es como que algo muere”, confesó la especialista en tiro skeet.
Crovetto estuvo en Antofagasta dando una charla para SQM Litio en la que contó sus experiencias y maneras de enfrentar la alta competencia. Tras el oro, las solicitudes para fotografiarse con la campeona olímpica son diarias y aunque ya consiguió la medalla más anhelada de todas, dijo que la presión y la competencia sacan lo mejor de ella, por lo que desea continuar viviendo su especialidad, independiente de los triunfos.
También analizó la situación de lo que necesitan los deportistas en el país y sostuvo que es necesaria una nueva ley de donaciones, para que así las empresas puedan apoyar los proceso, más allá de rostros o casos puntuales.
- ¿Cambió su vida después de ganar la medalla de oro?
Cambió en el sentido de que la gente me reconoce más en la calle, en el supermercado, no hay día en que alguien no me pida una foto, pero en otras cosas no. Me gustaba mucho mi vida previo a París y me sigue gustando después.
- ¿De qué manera sigue pensando en las próximas competencias cuando después de un oro olímpico no hay nada más?
Practico un deporte que es longevo, eso ayuda harto porque puedo plantearme dos o tres ciclos olímpicos más sin problema y porque me gusta mucho lo que hago. Me gusta la presión, la competencia, porque sale lo mejor de mí, es el momento más íntimo de conexión conmigo misma y de crecimiento personal. Me gusta vivir eso, independiente de si finalmente gano o pierdo, pero el proceso de la competencia lo disfruto mucho.
- ¿Disminuye un poco la ansiedad para las próximas competencias al saber que se alcanzó la máxima presea?
Sí y no. Siempre decía que no me quería ir de este mundo sin una medalla olímpica, había mucha ilusión en ganar, pero los seres humanos somos ambiciosos y digo, bueno, si gané una, por qué no me puedo conseguir otra. Y también a partir de cero, las derrotas ni los triunfos me definen y trato de volver a empezar, independiente de cómo me fue en la competencia anterior.
- En sus charlas habla sobre la derrota como un proceso un proceso para la victoria. ¿Cómo es vivir ese proceso, dónde se refugia en una derrota?
No puedo romantizar el proceso, lo más importante es vivir las emociones tal como son. El dolor duele, el amor es amoroso y rico y cuando te va mal en una competencia, cuando no consigues el objetivo uno vive un duelo, es como que algo muere. Eso hay que vivirlo, digerir las derrotas, procesarlas y estar ahí. Siempre digo que uno tiene que comer mierda, no es lindo perder, a nadie le gusta, pero hay que estar ahí, saber cómo qué color tiene la derrota y después agarrar todos tus pedacitos, juntarlos y volver a empezar.
- ¿Cuál fue la derrota más dolorosa?
Hay tantas. La más difícil de asimilar, el punto de inflexión fue Río 1016, porque tenía 26 años, venía de un proceso en el que era súper deportista y todos giraba en torno al deporte y a la Francisca deportista. Después de Río me cuestioné muchas cosas, si continuar, en un momento dije basta con esto del sueño olímpico, basta con esta obsesión y ahora hacer una vida normal. Ahí tuve buenas conversaciones, conversaciones incómodas con la gente que quiero, también comencé a dedicar tiempo e intención a otras cosas y eso me ayudó. Llegó Christian (entrenador), las cosas se fueron dando y también confié en que las cosas pasan cuando tienen que pasar.
- Es parte del Comité Olímpico ad honorem para la gestión deportiva. ¿Cuesta sacar adelante los procesos necesarios para que los deportistas tengan opciones de desarrollo?
Partí en la dirigencia el 2011, llevo más de una década en esto y diría que el deporte ha avanzado muchísimo. Y paralelo a eso partí justo en esa época, siendo deportista de alto rendimiento y las condiciones que tenían mis compañeros hace 20 años son muy distintas a las que tenemos hoy. Ahora un deportista que es campeón Panamericano en su disciplina es muy raro que no tenga financiadas sus competencias fundamentales internacionales, que no tenga financiados su entrenamientos. Lo que pasa es que tenemos más y mejores deportistas y obviamente eso requiere más fondos y los recursos del Estado son finitos y en lo que falta avanzar en Chile es una ley de donaciones, en una alianza, en algún mecanismo que incentive a la empresa privada a apoyar el deporte de alto rendimiento y que no apoye necesariamente casos particulares como como rostros o una historia.
El proceso deportivo no es inmediato y entiendo que, finalmente, el deporte está dentro de la industria de la entretención y es un negocio y una empresa no es caridad y me gusta que se cambie esa visión. No tiene que ser “los pobres deportistas”, nosotros hacemos un trabajo, generamos un valor a la marca y la marca quiere una retribución del apoyo económico y eso está bien. Pero el tema es que los procesos deportivos son más lentos que la inmediatez del retorno económico que necesariamente necesita una marca, entonces en eso es importante avanzar en una nueva ley de donaciones deportivas, la que tenemos ya está obsoleta. Y eso cuesta porque se tiene que entender el deporte como una política de Estado y los gobiernos cambian cada cuatro años. Hay cosas que sí han sido políticas de Estado, como ser sede de los juegos Panamericanos y Panamericanos el 2023 fue producto de una política de Estado. Fueron unos juegos que se ganaron en Bachelet dos, la corporación se creó con Piñera dos y los termina inaugurando el presidente Boric. Ahí tenemos una política de Estado robusta y fueron unos juegos exitosos porque había un interés mancomunado de que nos fuera bien. Ahí nos damos cuenta de que Chile tiene la capacidad, cuando se une, cuando se bajan los muros de las diferencias políticas, ideológicas, de hacer grandes cosas.
- ¿En qué está la idea de nueva ley de donaciones para el deporte?
Sé que el Comité Olímpico de Chile expuso en la Cámara de Diputados, se pidió a fines del año pasado cuando se estaba discutiendo la ley de presupuesto, un aumento en el presupuesto, porque con el que nos daban creo que el incremento ni siquiera llegaba al IPC. Nos fue también en los juegos Panamericanos, nos fue también en los Juegos Olímpicos y eso necesita más dinero. Se logró un aumento presupuesto bajo y ahí siempre el Comité Olímpico está tratando de hacer el lobby correspondiente para que finalmente en las cámaras se pueden discutir los proyectos.
- ¿A nivel de continente estamos muy lejos de un nivel óptimo en materia de institucionalidad deportiva?
En el continente tenemos potencias, Brasil que es muy fuerte, con un Comité Olímpico con mucho dinero, su presupuesto es de 200 millones de dólares y es difícil competir contra eso. También Argentina, que al parecer en París no le fue tan bien, pero igual es un país que sigue siendo fuerte en deportes colectivos. Argentina tiene la particularidad de que el deporte de barrio y de los clubes está muy arraigado en la sociedad, es muy importante en una comuna y en ellos se practica hockey, balonmano, distintas disciplinas y ahí por volumen te sale alguien bueno. Colombia se ha dedicado a seis u ocho deportes en los que son fuertes, los han priorizado y tienen unos Juegos nacionales muy competitivos y finalmente los presupuestos de las regiones también son casi parecidos al presupuesto que tiene Chile para todo el deporte nacional. Entonces hay que seguir trabajando.