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viernes, 22 noviembre, 2024
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En la ciudad de la furia

Por Fidel Castro, abogado.

Evidentemente no se trata de los acordes de la gran banda de Soda Stereo, sino que aquello que está ocurriendo en el país, y también en la Perla del Norte. A pesar de existir una serie de “asesores” en el Gobierno Central y en las Intendencias, de contar con una Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), que las policías igualmente contemplan departamentos de inteligencia en sus instituciones, la explicación más recurrente que hemos oído es que nadie lo vio venir. ¿En serio?
No solo se trata de una falta de olfato de todos quienes dicen conocer el “Chile Profundo”, sino que releva una incompetencia sorprendente y da cuenta de una grave incapacidad de poder saber y comprender qué está ocurriendo en el país, especialmente con su gente.
¿Era necesario que se produjeran todos estos hechos para que finalmente quienes deben tomar decisiones abrieran los ojos? Al parecer sí, pues el #ChileDespertó ha producido que los debates de hoy sean muy diferentes a los de un mes atrás en materia constitucional y de política legislativa.
El alza en el pasaje del Metro simplemente detonó una olla a presión que llevaba años de cocción en la “cocina” de los profesionales de la política, a veces a fuego lento, en otras oportunidades con más intensidad. Durante años tuvieron la astucia de aplicar un poco de agua para enfriarla –y ganar tiempo-, pero en esta primavera al parecer se les olvidó poner agua y bajar la llama del fuego, probablemente por estar más pendientes del caviar, viajes, dietas, renuncias para ser candidatos, cuoteos, concesiones de servicios y obras públicas, privilegios, etc (la lista puede ser muy extensa).
La presión de la olla no sólo produjo una explosión en “la cocina” de éstos profesionales de la política, sino que además, hoy amenaza con tomar toda la línea de gas del edificio, y vemos que nuestros Gobernantes y los profesionales de la política, insisten en no llamar a los Bomberos, sino que continúan con una manguera de jardín tratando de controlar las llamas que se han extendido a varios departamentos (asegurando que cuentan con informes serios de tecnócratas, quienes a través de un algoritmo y ecuaciones sostienen que esa manguerita es suficiente, pues dar más agua sería un despropósito y afectaría los equilibrios económicos, que “benefician a toda la comunidad”).
Como el dueño del Penthouse sabe que le puede llegar el fuego a sus aposentos, hace unos días dijo que podía “compartir su agua” con los niveles inferiores o “pagar la cuenta”, pero ese “esfuerzo” hoy no sirve de mucho, en la medida que los afectados no quieren que les regalen o le paguen la cuenta del agua (hasta que le duela al dueño de ella), sino que conectarse directamente al grifo.
Sin necesidad de ser asesor, tampoco vocero de movimiento alguno, sino que un simple ciudadano, basta leer los carteles de los manifestantes para advertir que sus demandas –que datan de más de 30 años- son educación, salud, medicamentos, pensiones, vivienda, sueldo digno, por nombrar los principales. Si para ello se requieren más recursos, hay que recordar a los tecnócratas que la regla fiscal del déficit estructural no está escrita en piedra; que no deben seguir asfixiando a las Pymes; que siempre pueden haber menos “asesores” en la administración pública; evitar que se sigan eludiendo impuestos a través de la “planificación tributaria” y que es posible –modificando la Constitución-, aplicar un impuesto al “patrimonio” de los súper ricos del país, y no seguir con el discurso de “profesionalizar la filantropía” o “meterse la mano al bolsillo hasta que duela”.

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