Según los datos del INE en nuestra región más del 20 por ciento de los ocupados son del sector minero, esto es cerca de 54 mil personas. De ellas si solo la tercera parte trabajase por turno y lo multiplicamos por cuatro (grupo familiar tradicional) nos da la nada despreciable suma de setenta y dos mil personas, a quienes yo llamo los “habitantes no habitantes”.
Y es que regularmente el sistema de turnos mineros funcionaba en la región bajo el 4×4 o 4×3, lo que en alguna medida condicionaba a las personas a vivir junto a los centros urbanos aledaños a sus trabajos. En el momento en que las empresas mineras comienzan a modificar sus sistemas por turnos 7×7 o 10×10, el escenario cambia radicalmente y las familias empiezan a migrar transformando Antofagasta en una ciudad de paso.
A fines de los años noventa, el país aún no se recuperaba de la crisis asiática y el gobierno tomaba medidas de recorte presupuestario a nivel sectorial que mermaron la inversión pública. Por el contrario, la inversión privada en Antofagasta emprendía el despegue. En ese periodo se inicia, por ejemplo, la construcción de la fase cuatro de Minera Escondida y el primer gran centro comercial de la ciudad; supermercado Líder. La necesidad de dar soluciones a los trabajadores de las empresas mineras origina el desarrollo de programas habitacionales importantes. Nacen nuevas villas y condominios en el sector Coviefi, Club Hípico y Jardines del Norte, donde se generan polos de asentamiento propiciados por las propias empresas.
El sector inmobiliario privado tuvo, a mi entender, una rápida reacción pero que sin duda no fue la suficiente. La escasez de terreno para edificar, el alto costo del suelo, las altas restricciones normativas de las herramientas de planificación territorial de la ciudad y los mayores costos de mano de obra mermaron la respuesta eficaz que exigía esta amplia demanda, hoy asumida por ciudades como La Serena, Coquimbo, Ovalle, incluso Concepción y Talcahuano, donde se consolidan grandes sectores habitacionales para trabajadores de nuestra zona, que hacen vida y familia fuera de aquí y que, a su vez, reciben desde la misma empresa bonificaciones a través de subsidios para la vivienda.
El gran afectado es, por lo tanto, el desarrollo económico local, el comercio y el turismo. Pero existen también otros factores a sopesar. ¿Estamos conscientes de los riesgos que las personas asumen al movilizarse kilómetros para llegar a sus hogares? Dejando de lado el tiempo que demoran en los traslados ¿podemos asegurarnos que los días libres están siendo utilizados para el descanso, o como en muchos casos, se aprovechan para un segundo o tercer trabajo? ¿Qué pasa con el núcleo familiar y la inserción de la mujer a la minería?
Me declaro un hombre pro familia, y también un antofagastino por elección. Creo evidente que en zonas extremas como la nuestra lo más crítico de este sistema de turnos son los efectos en la salud mental, física y el entorno social y familiar. Si queremos que nuestra ciudad crezca es tiempo que estos temas se pongan sobre la mesa.
tambien el crecimiento y que todo gire alrededor de las mineras y en mi paericular vision tambien ha traido la discriminacion para los habitantes naturales, para muestra un boton.
El aeropuerto. si queremos estacionar nuestro vehiculo en el luagar concesionado por supuesto, no podemos hacerlo porque esta lleno de camionetas o de las empresas que las arriendan a las minerass y contratistas. En la fila para el embarque, hay una exclusiva para los viajeros frecuentes, o sea para los ejecutivos y tambien para el personal de contratistas que vienen a ganar su sustento y lo van a dejar a su familia que eta en Santiago o al sur, pero el viajero que viaja cada tres meses para el ontrol medico o para ir ha efectuar tramites a la capital tiene que esperar a que se han embarcado los pasajeros frecuentes.
en cuanto a nuestros trabajos o pymes locales lo han perdido todo por la gran cantidad de inmigrantes o empresas buitres les llamaria que no dejan hacer y nada.