Si bien las ciencias sociales pueden tener miles de puntos divergentes, lo cierto es que comparten un principio básico: el ser humano se distingue de otros mamíferos por su capacidad de pensar. Y aunque puede que existan algunas situaciones que nos hagan dudar, esta característica surge gracias a la interacción que tenemos unos y otros. La especie humana ha logrado sobrevivir y hacerse fuerte por la vida en sociedad. En este sentido, uno de los aspectos que nos reúne tiene que ver con nuestras manifestaciones culturales, constituidas por el conjunto de conocimientos, creencias, valores, normas, tradiciones, mitos, rituales y costumbres que las constituyen.
Con el tiempo, las sociedades van consolidándose gracias a este contexto, que resulta imprescindible para avanzar en comunidad. Es por ello que todo proceso de desarrollo humano tiene implícitas transformaciones asociadas a la cultura, ya sea en la democratización de los espacios, como en la apertura a nuevas formas de hacer cultura.
Cuando el ser humano se siente comprometido con su entorno se establecen las bases teóricas sobre las cuáles se define su identidad social. La participación se acrecienta cuando las personas perciben que ésta tiene efectos reales en el mejoramiento de su calidad de vida. Al contrario, cuando los individuos comienzan a desconocer el sistema en que viven, comienza a producirse un estado de “alienación del ciudadano”, prefiriendo mantenerse al margen de problemas cada vez mas complejos en los que su voz no es escuchada y por ende, no puede ayudar a solucionar. Así, solo nos limitamos a tener opiniones, pero no asumimos responsabilidades.
Por eso, es fundamental lograr un punto de encuentro entre personas, familias, núcleos sociales. Abrir espacios donde puedan surgir reflexiones que inviten a tomar acciones concretas y de esta forma, ejercer nuestro derecho a soñar con un mejor lugar para vivir. Quizás parece una utopía, sobre todo porque estamos en una sociedad compleja donde no existe un único concepto de cultura, pues en la actualidad convivimos un subconjunto de culturas con miradas diversas.
Sin embargo, es trascendental agrupar, unir, convocar para lograr que esta coexistencia tenga un sentido y así se genere un proceso de aprendizaje donde descubramos valores comunes y logremos inspirarnos unos a otros, para lograr una mejor sociedad para todos.