A eso del mediodía del lunes 26 de mayo de 1879, los habitantes del sector de lo que hoy es Parque los Eventos de Antofagasta, vieron con espasmo e interés como un vapor de guerra enemigo que en nada simulaba su presencia -con enormes columnas de espeso humo negro emanando de sus chimeneas, y filosa silueta- realizaba un descarado reconocimiento a las defensas de tierra.
Lo conocían perfectamente. Era el Huáscar, aquel navío que apenas cinco días antes había roto el bloqueo de Iquique, echando a pique a la corbeta Esmeralda y ahuyentando a su pareja, la goleta Covadonga.
Dos días antes de esta inusitada visita, los antofagastinos (y todo Chile) se enteraron del combate del día 21, por lo cual ver llegar al verdugo de la Esmeralda no dejó indiferente a la población. A ello se agrega otro factor. Solo un día antes arribó maltrecha y remolcada hacia la bahía de Antofagasta otra nave protagónica del combate de Iquique, la Covadonga.
Victoria Pírrica
El 21 de mayo se libró el ya conocido Combate Naval de Iquique, el cual enfrentó a los dos acorazados más poderosos del Perú contra los dos navíos más “piñuflas” de Chile -la Esmeralda era la más antigua, teniendo su sistema de turbina a media máquina con poca capacidad de maniobraje, y la covadonga era una lenta goleta artillada con apenas siete cañones-.
Ya conocidos los detalles del Combate de Iquique, su hermano menos vistoso, el Combate de Punta Gruesa, inflingió un letal golpe al Perú, puesto que en aquel enfrentamiento entre la Covadonga y la Independencia, la primera logró encallar a la segunda, restando automáticamente al Perú de su segunda capacidad de guerra naval.
Mientras Chile perdía a su barco más viejo (ad portas de ser dado de baja) y obtenía un triunfo moral con la muerte de Prat y una actitud de “rendirse jamás” que llevó a que barrieran con el 70% de su tripulación, Perú levantaba el bloqueo de Iquique, a precio de su segundo nave más poderosa. El responsable tenía nombre y capitán, la goleta Covadonga, al mando de Carlos Condell, la cual tras el combate, fue reparada en Tocopilla y a los días llegó a guarecerse en Antofagasta.
Preludio
Luego de dar cuenta de las pérdidas de los hechos de Iquique, Miguel Grau, capitán del Huáscar, enfiló el monitor rumbo a Antofagasta el 24 de mayo, llegando a las costas de la ciudad la madrugada del 26. En esa jornada, el monitor peruano intentó dar caza a dos navíos menores que transportaban pertrechos al Ejército de ocupación.
La ciudad de ese entonces contaba con una batería (artillería) de costa compuesta por tres cañones de 150 libras de costa ubicada en el sector de Parque Los Eventos y la misma goleta Covadonga, respuesta pero aún moribunda, apostada en la bahía.
El grupo Los Viejos Estandartes de Antofagasta, avezados en estudios sobre la Guerra del Pacífico, cuentan de este hecho que “el Huáscar se encontró por segunda vez con el Itata a la entrada de Antofagasta y volvió a perseguirlo sin darle alcance. Se fue entonces sobre el Rímac que estaba en el fondeadero, y lo acometió con la gallardía y seguridad del que va a éxito seguro, pero cuando pasaba a todo vapor por frente de la ribera, la Covadonga, su glorioso émulo de Iquique, le asestó dos cañonazos que lo obligaron a detenerse y dieron tiempo de escapar al Rímac. Condell era siempre oportuno. Con esto la segunda parte del plan que consistía en sorprender a los transportes había fracasado también. No tenía cerca sino la inaccesible Covadonga, en un sitio a donde no podía llegar”.
Bombardeo
Ya descubierto el Huáscar, se inicia el bombardeo. Siguen Los Viejos Estandartes de Antofagasta “en tierra (la costa) el General Justo Arteaga había adoptado medidas para proteger la máquina destiladora de agua que surtía la ciudad y que estaba ubicada en la orilla del mar. Su destrucción era un peligro pavoroso porque la población se habría encontrado sin agua para beber (…) Arteaga colocó a ambos lados de ella las baterías de artillería de más alcance, una Krupp y otra Armstrong”.
Al divisar al Huáscar la tropa de infantería se retiró a las quebradas que en ese momento existían tras la población, y el General Arteaga permaneció en la playa en un punto dominado por los fuegos enemigos. El Huáscar disparó contra la ciudad 16 tiros de 300 libras y ocho con sus piezas de menor calibre, a los cuales contestaron las baterías de tierra y los fuertes, sin mayores consecuencias de un lado ni otro.
En el sitio web del Museo de Antofagasta consta que “el monitor peruano entró a Antofagasta al día siguiente (26 de mayo), y atacó la Compañía de Salitre y Ferrocarril, pues en ese establecimiento estaba la máquina destiladora que surtía de agua a la ciudad y a las tropas nacionales, pero los daños a la planta abastecedora de agua fueron menores. Las fuerzas chilenas repelieron con fuego de artillería desde los tres fuertes instalados en la ciudad, mientras que el Rimac y el Itata zarparon y huyeron, pues se encontraban sin artillería”.
La ciudad no sufrió daños de consideración, ni tampoco el Huáscar. No obstante, un perrito que se hallaba encadenado a un costado de la compañía de Salitres, donde el monitor peruano apuntó parte de sus tiros, no pudiendo huir murió producto de las explosiones. En carta enviada por el General Arteaga a su hijo Domingo el 30 de mayo, se puede vislumbrar lo siguiente: “El ataque de este buque (Huáscar) si no ha incendiado ni derramado sangre ha trastornado y paralizado toda operación, y nos hizo gastar más de dos mil pesos para poner en salvo víveres y demás objetos que podía destruir el incendio. Las tropas las hice salir a las quebradas temiendo cayese alguna bomba en sus cuarteles. El estado mayor conmigo estuvieron en las baterías, cuyos fuegos si no hicieron mucho mal al Huáscar lo hicieron permanecer a una respetable distancia. La población huyó en su totalidad y la escasez de agua fue lamentable”.
Este no sería el último encontrón con el Huáscar, puesto que tres meses después, vendría un segundo combate naval con las fuerzas de tierra pero, esta vez, con dos navíos que le hicieron la contra al monitor peruano, terminando este incidente del 28 de agosto con víctimas fatales. Pero eso es otra historia.
Excelente alcance, solo un detalle, la batería estaba emplazada en calle Bellavista , lo que sus vecinos conocen como la Bala , más preciso calle Bellavista esquina Rio Janeiro.
Barrio antiguo y popular que guarda con orgullo ese punto.