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sábado, 21 diciembre, 2024
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¿NAZImos para quemarlo todo?

"¿Cómo deberíamos calificar a quienes quemaron la puerta principal de la Catedral de Antofagasta el pasado 8 de marzo? Dirán que la rabia contra la Institución explica estos hechos, pero el problema no es la rabia y tampoco los pecados de la Institución, el problema siempre será justificar y validar violencia", Marcos Celedón

Cuando leí en redes sociales las declaraciones del Presidente Gabriel Boric, en relación a la quema de una escuela rural y una iglesia Católica -en el marco de su visita a la Araucanía- debo confesar que mi primera reacción fue de incredulidad. Incredulidad no a la condena, sino al paralelo que realizó el Mandatario.

¿Qué dijo el Presidente? en resumen afirmó que esos atentados le recordaban a la quema de sinagogas durante el régimen de nazi en la década de 1930, y a la quema de libros en Chile por parte de la dictadura militar en 1973.

Dos analogías por comparación que claramente incomodan, pero que no son nuevas. Ya el 2016 el abogado y sociólogo Humberto Lagos, en su calidad de director de la Oficina Nacional de Asuntos Religiosos, hacía el mismo paralelo sobre los nazis y la quema de iglesias, palabras luego reproducidas por el diario El Mercurio el 2 de mayo de ese mismo año.

Pero ¿a quién incomoda este paralelo? En aquel tiempo a algunos académicos quienes advertían que esas palabras contenían una carga semántica negativa, que estigmatizaba y construía estereotipos, y hoy fue el turno de la diputada de Revolución Democrática, Ericka Ñanco quien advierte al Jefe de Estado a tener cuidado a la hora de comparar conceptos “porque cuando existen atentados incendiarios en Santiago, nadie los compara con el régimen nazi”.

Una comparación que claramente no gusta a ciertos sectores sociales y políticos, quizás -y estoy aventurando una respuesta- porque imposibilita continuar justificando la violencia como forma de acción política, al quedar en evidencia el autoritarismo de quienes por la fuerza y el miedo quieren imponer su voluntad a otros.

Pero más allá de este atentado lo cierto es que quienes no justificamos la violencia política, ni menos intentamos a través de un contexto minimizar su gravedad, compartimos el análisis del Presidente, pues es la convicción democrática que todos los ciudadanos esperamos de quien ocupa el más alto cargo del Estado.

La democracia, y aunque algunos se les olvide, representa principios y valores, y entre ellos el respeto. Por eso en una democracia nuestras diferencias no se resuelven en las calles con piedras y palos, y mucho menos con fuego, sino con diálogo: Un verdadero demócrata no valida la violencia política, ni la justifica buscando algún contexto.

En este sentido, que al Presidente Boric la quema de una iglesia ubicada en Villa Cautín le recuerde la Alemania de la década de 1930 cobra mucha importancia. Hay que precisar que el Partido Nazi llega al poder a través de las urnas, pero con prácticas y acciones que se transformaron a la larga en su sello indeleble. Prácticas alejadas del respeto al otro, y más propias de quienes abrazan el autoritarismo y que hoy lamentablemente siguen vigentes; aplastar a quien piense distinto, someter a los opositores, insular y degradación al otro como una práctica permanente, además de atentar contra los templos de mis enemigos.

Entonces, teniendo presente lo dicho por el Mandatario ¿Cómo deberíamos calificar a quienes quemaron la puerta principal de la Catedral de Antofagasta el pasado 8 de marzo? Dirán que la rabia contra la Institución explica estos hechos, pero el problema -reitero- no es la rabia y tampoco los pecados de la Institución, el problema siempre será justificar y validar violencia de grupos que, sin tener al símbolo nazi en sus banderas, lamentablemente nos recuerdan a esa Alemania de la década de 1930.

Si algo ha hecho el Presidente hoy, es dejar en evidencia que nunca más será tolerado que un político vuelva a preguntar “¿Cómo quieren que no lo quememos todo?”.

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