La ausencia de política, de ideas, de militancia, es un grave síntoma de nuestro país. El debate público no alcanza ribetes interesantes y, luego de haber vivido una de las crisis políticas más graves de nuestro país, que dejó mutilados, muertos y presos, esto se agrava y, parece ser, que es tema que debiésemos abordar.
Para algunos, esto es interesante de pensar desde los libros y ahí aparece “Melancolía de Izquierda”, que es un libro publicado el año 2018, escrito por el historiador italiano Enzo Traverso que lo que hace es tratar de asediar a las izquierdas desde una perspectiva melancólica.
Lo primero que hay que señalar es que cuando el autor se refiere a “las izquierdas” lo hace desde una mirada amplia, se refiere a todos los movimientos que intentaron cambiar el mundo con el principio de la Igualdad en el centro de su ideología.
El segundo elemento importante, es que en este libro es central el tema de la temporalidad. Lo que señala Traverso es que lo que hacía la visión marxista de la historia era tener una memoria estratégica de las luchas emancipatorias del pasado, pero orientada hacia el futuro. Esas luchas pasadas se conservaban en un relato que nos dirigía hacia una sociedad nueva, hacia un horizonte utópico. Esta “futuridad” es algo muy típico del marxismo, está presente en el “18 brumario de Luis Bonaparte”, la idea de que lo importante es la sociedad futura, lo que vamos a construir hacia adelante y que los viejos fantasmas del pasado, la opresión de las generaciones muertas no vuelvan a reinstalar las mismas lógicas que ya conocemos y que tienen que ver con las viejas estructuras. En este punto, el autor genera un contraste, pues piensa la melancolía y mira hacia el pasado pensando en esas experiencias de los vencidos.
Lo que va a plantear Traverso es que él no quiere hacer esa reconstrucción de determinadas discusiones, situaciones, luchas desde la perspectiva de la inmovilidad de que “todo tiempo pasado fue mejor” para las izquierdas. Lo que se plantea es hacer una suerte de dialéctica entre ese pasado de los vencidos que no está clausurado, sino que insiste en las luchas del presente, recuperando las discusiones, por ejemplo, de la Escuela de Frankfurt, las fotografías del Che, el cuadro de Durero, “Melancolía” y ver con este montaje cómo podemos pensar y reavivar una tradición que no tiene por qué considerarse muerta: la tradición de tener un proyecto clásico de izquierda.
Pero, ¿por qué aparece esta cuestión de intentar rescatar algo que está por desvanecerse en un tiempo de peligro?( pensando en términos del filósofo Walter Benjamin) porque tal como lo señala el autor, después de la caída del muro en 1989, se sepultó absolutamente todo ese imaginario utópico de cuño marxista o de izquierda, y cualquier tipo de posibilidad de cambio real de la sociedad se vio como autoritario.
Lo que podemos pensar mejor es cómo se constituyó este orden, post 1989 en el que cualquier tipo de intervención estatal, aumento del gasto público o intento de modificación de las estructuras sociales totalmente desiguales, aparece como la amenaza del comunismo, de Cuba, de Venezuela, todo eso que conocemos y que suele ser parte habitual de las declaraciones de políticos.
Nuestro desafío es pensar una temporalidad enmarañada, no una temporalidad lineal. Si somos capaces de pensar en todas experiencias de luchas de los vencidos, en la experiencia de la Unidad Popular, en el Estallido Social, en nuestras víctimas y muertos y ver cómo se articulan en las luchas del presente y cómo eso proyecta algún tipo de futuro deseable, sin perder de vista la necesidad de la intervención del presente. Sabemos, y esto lo señala el mismo Traverso, que el presente presentista es el presente neoliberal donde importa solamente el esfuerzo individual, el deseo espontáneo que no considera al otro ni sus precariedades o privilegios.
A pesar de ello, existen tantos grupos organizados que se encuentran haciendo cosas, que se encuentran interviniendo en aquellos lugares donde el Estado ni la clase política hoy no llega. Urge resolver la falta de legitimidad de la actual la clase política tradicional, están quienes apoyan a Campamentos, quienes sostienen Ollas Comunes, quienes apoyan a los niños que se encuentran excluidos del sistema escolar. Son ellos quienes mantienen viva la llama de una izquierda posible, más humana, lejos de intereses individuales, haciendo carne un proyecto social colectivo menos desigual y más feliz.