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miércoles, 4 diciembre, 2024
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Columna de opinión

Lectura sugerida: «Una plaza para la muerte» de Manuel Durán Díaz

Manuel Durán Díaz es un poeta y escritor antofagastino que nació en Antofagasta el año 1918. En su etapa estudiantil, cursada en el Liceo de Hombres de Antofagasta, editó la publicación “El Pulso” junto a la poeta Raquel Ajorca; fue parte del periódico ABC, publicó gran cantidad de artículos, dos libros, “Inauguración de la tierra local” el año 1942 y “Tierra de Madrugada” el año 1947. Además fue autor de radioteatros como “La historia del vals de Antofagasta”, “El derrotero de naranjo”, “El chichero” y el texto en comento, “Una plaza para la muerte” que narra los hechos acaecidos la tarde del 6 de febrero de 1906 en la Plaza Colon de Antofagasta. Este radioteatro fue emitido el día Primero de Mayo de 1971 por la radio y nunca volvió a representarse.

Los personajes de la obra: Locutor, Alvaro, Willy y Mañungo desarrollan parlamentos, diálogos y soliloquios de factura poética, épicos, con recursos retóricos usados de modo exquisito. Ello no obsta a que el lenguaje sea adecuado a la clase social que representan: los obreros que se encontraban en la Plaza. Cuando Durán se refiere a quienes ostenta el poder, se refiere sólo con “Voces” “Voz”, lo que es un guiño a que nunca hubieron responsables de los asesinatos de aquella tarde. Por otra parte, la obra nos entrega un panorama espacial y social de que era Antofagasta en 1906.

La obra está prologada por el prestigiado director de Teatro antofagastino Alberto Olguín Durán, quien es nieto de Manuel Durán Díaz, y, por su desarrollo donde nos sumerge en la vida personal y pública de Manuel Durán Díaz, agrega valor a la obra.

“Mañungo: Sí, amor, he caído… aquí estoy sin voz, sé que por siempre ya no me escucharás más… te miro… desde adentro de este misterio, adonde he llegado. No siento nada. Parece que vibrara adentro de una luz. Parece que estuviera girando, primero muy lentamente, luego más rápido, más rápido, hasta ir confundiéndose conmigo mismo. Pero te siento. Te sé, te presiento cercana. Veo cruzar más sombras por tu cuerpo, y esas mismas sombras cruzan el cuerpo de mis amigos. Debe ser el dolor que sienten de mirarme para siempre detenido allí, pegado a ese tabladillo de madera, húmedo de sangre. Pero girando en azul profundidad. No me hablen más. ¡Qué intensa y profunda fuerza! Todo y todo se hace negro, un color negro que atraviesa como una noche devorada en un pasillo, el cuerpo tuyo, el cuerpo de mis amigos, Así se pinta el dolor, así se hace desde estos ojos, ya definitivamente apagados, así los ves; pero ya no puedo…ya no puedo hablar.»

Este radioteatro fue publicado el año 2021 por Pampa Negra Ediciones.

Pasado histórico

Antes de la importancia del cobre y otros minerales, Antofagasta destacaba por el salitre, además de ser un nudo ferroviario muy importante, y contar con un puerto fundamental, por lo que había muchos intereses económicos en la zona. El movimiento obrero en Antofagasta ya había comenzado a organizarse, especialmente desde enero de 1905 con una huelga de ferroviarios. En enero de 1906 los trabajadores del ferrocarril de Bolivia a Antofagasta, especialmente la Sociedad de Caldereros, solicitaron cambios horarios en relación con el descanso para poder almorzar, pero sin éxito, lo que provocó la convocatoria de una huelga para el 30 de enero. Se consiguió paralizar la ciudad. El 6 de febrero se convocó un gran mitin en la Plaza de Colón. La burguesía local se reunió para crear una guardia de orden; la autoridad, por su parte, movilizó a unos cien guardias civiles y a un piquete de marinería. A las cinco de la tarde había ya unos dos mil huelguistas en la Plaza de Colón.

El Historiador Héctor Ardiles, en su libro “Historia del poder local: la comuna autónoma de Antofagasta 1891-1924” nos cuenta cómo en los meses anteriores la municipalidad debió enfrentarse a una serie de conflictos sociales, políticos y económicos. La paralización del establecimiento industrial Huanchaca; la quiebra de la Fundación Templeman; fraudes sobre propiedades salitreras; el incremento de mano de obra desempleada, la informalidad de los contratos y la inestabilidad laboral. Antofagasta era por ese tiempo, además, un territorio asolado por la viruela y la peste bubónica. Así fue como la crisis estalló el martes 6 de febrero de 1906, a las 18:00 horas, mientras los obreros y sus familias se retiraban de la Plaza Colón una vez terminado el mitin convocado por los huelguitas, quienes entre otras demandas pedían media hora extra para colación. Aquella tarde terminó trágicamente al enfrentarse la masa obrera, la autoridad política y los capitalistas regionales.

Existen diversas versiones acerca de lo acontecido, pero la más aceptada es que el primer disparo habría salido desde la Guardia Blanca ( conformada por civiles jóvenes, casi todos miembros del Club de la Unión a quienes la autoridad política había entregado armas de fuego y autorizado a resguardar el orden) que se encontraba apostada en la intersección de las calles San Martín con Prat. Esto habría alertado a los marinos del Blanco Encalada que se encontraban en el sector de Washington con Prat. Ardiles señala “De esta manera, los obreros y sus familias se encontraron en medio de dos flancos armados… el tiroteo duró tres minutos” Acerca del número de muertos tampoco hubo información oficial, pero se señala en 50 el número de fallecidos.

Inmediatamente después de la tragedia, el Intendente declaró estado de sitio, dictaminó censura telegráfica y solicitó refuerzos militares a la capital.

Representación en el arte 

Pocas representaciones artísticas exsten acerca de los hechos relatados. Entre ellos destacan, la escultura conmemorativa ubicada en la Plaza Colón, del destacado autor Carlos Troncoso.

El ilustrador Roberto Contreras, incluyó el episodio en formato comic en sus “Epopeyas del Norte Grande” y el artista plástico Marko Franasovic diseñó el afiche Conmemoración de los 100 Años el año 2006.

En el ámbito  musical, el escritor y músico Mario Vernal Duarte, tiene su “CANTO A LOS CAIDOS DE LA PLAZA COLON”  que está basada en la investigación histórica de Panades. El formato es Opera Nortina y tiene una duración aproximada de una hora. La puesta en escena integra música sinfónica, folclórica y solistas.

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1 COMENTARIO

  1. Extraordinaria columna. Sería fantástico que se hiciera una gestión cultural para que un buen cineasta chileno y actores chilenos o extranjeros hicieran una buena película con el relato de la matanza y su contexto.

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