El reciente Informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), dado a conocer este lunes a nivel global, ha causado revuelo internacional por sus lapidarias conclusiones, como -por ejemplo- que la humanidad es inequívocamente responsable del calentamiento global y que estamos llevando al planeta a un estado de alteración permanente.
El documento advierte que muchos efectos del calentamiento global “son irreversibles para los próximos siglos o milenios”.
El informe de 3.949 páginas titulado “Climate Change 2021” (Cambio Climático 2021) menciona 98 veces a Chile, como un ejemplo de que el fenómeno climático también está impactando fuertemente al país.
Desalación como parte de la solución
En efecto, esta disminución de las precipitaciones en los últimos 50 años en el Altiplano chileno es una realidad que a diario se evidencia en la producción de agua potable en el norte de Chile. Sabido es este contexto en la empresa sanitaria Aguas Antofagasta Grupo EPM, donde hace casi dos décadas comenzaron a explorar la tecnología de desalación como la mejor alternativa disponible para suplir la -cada vez más evidente- falta de agua cordillerana.
“Estamos poniendo a disposición de la comunidad regional nuestra experiencia en esta tecnología, en la que somos líderes a nivel nacional, para aportar no solo en mejorar la disponibilidad de agua en consumo humano, sino también para la industria y el crecimiento de la agricultura en el desierto”, señala Carlos Mendez, gerente general de la sanitaria. El ejecutivo recordó además que a pesar de la pandemia, Aguas Antofagasta ha mantenido su ritmo de inversión. “Lo más importante de esto y beneficioso para nuestros clientes es que los proyectos de desalación los asumimos íntegramente con recursos de la compañía, sin traspasar estos costos en la boleta mensual de consumo”, aseguró Mendez.
Ministra de Medio Ambiente
Así también lo entiende la ministra de Medio Ambiente Carolina Schmidt, quien en su reciente visita al norte se refirió al uso de la desalación como parte de la solución ante la escasez hídrica nacional. “Chile es uno de los países que se ve más afectado por la crisis hídrica y la disminución de las precipitaciones. Por lo tanto tenemos que cambiar la forma en que se gestiona el agua. No podemos seguir haciendo las cosas como se hacían antes, porque eso nos llevará a una situación insostenible”, expresó Schmidt.
La secretaria de Estado recordó además la necesidad de innovar en materia de producción de agua potable. “Dentro de las distintas medidas que debemos abordar, la desalinización es una de las que debemos implementar. Chile es un país muy largo y angosto y por lo tanto podemos generar estas soluciones, sacando de manera sustentable agua de mar para desalinizarla y llevarla a lugares donde no tenemos este recurso”, aseguró la autoridad ambiental.
Antofagasta 60% y 40%
Este desafío ya está en marcha en la Región de Antofagasta, donde actualmente el 60% de la producción de agua potable de la empresa sanitaria regional proviene de la desalación, mientras el restante 40% es obtenido a partir del tratamiento de aguas cordilleranas.
Al desglosar esta cifra, vemos que sólo las comunas precordilleranas de Calama y Sierra Gorda mantienen su abastecimiento de agua potable vía napas subterráneas o afluentes cordilleranos. En el otro extremo están las comunas de Tocopilla y Mejillones, que actualmente cuentan con un 100% de abastecimiento a partir de la desalación de agua de mar, mientras Taltal avanza en esa línea con un 30% de suministro vía desalación y la capital regional llega a un 85% de cobertura con agua desalada.
“En la suma, actualmente producimos mil 152 litros por segundo de agua desalada, para cubrir buena parte de la demanda actual de las comunas costeras de la región”, explicó Mendez, quien recordó que la tendencia irá en aumento, puesto que la sanitaria regional está actualmente en la etapa de cumplir trámites administrativos para el desarrollo del proyecto de ampliación de la Planta Desaladora Norte (PDN) de Antofagasta, ubicada en el sector de La Chimba al norte de la capital regional, donde Antofagasta se abastecería 100% con agua desalinizada.
Esta nueva infraestructura que se sumará a la planta existente contará con tecnología de punta y su construcción será armónica con el medio ambiente y vecinos, ya que contará con cero emisión de gases y uso de energías renovables certificada.
Aporte a la reactivación
De esta forma, las proyecciones de infraestructura en desalación que tiene la empresa implicarán una inversión de 115 millones de dólares para la ampliación de infraestructura emplazada en el mismo terreno donde actualmente está la PDN y construir un nuevo ducto de captación de agua de mar.
“Nos vemos en la necesidad de incrementar nuestra capacidad de desalación para cubrir el crecimiento de demanda de agua potable en Antofagasta y Mejillones y para acompañar el potencial crecimiento regional”, expresó el ejecutivo.
La pronta concreción de este proyecto será un aporte a la reactivación económica regional post pandemia, pues se requerirá la contratación de mano de obra a lo menos por un año y medio, además de una serie de servicios de contratistas asociados al proyecto, los que se espera puedan ser en su mayoría locales, concluyó el representante de la sanitaria.
Loable iniciativa lograr que el 100 por ciento del agua potable de la ciudad de Antofagasta sea desalada, proveniente de esa fuente inagotable que es el mar. Será un buen ejemplo para otras ciudades costeras en Chile, ante la falta de agua dulce que se anticipa por los cambios climáticos. Sin embargo, preocupa que en lugar de haber instalado una segunda unidad desaladora a mayor altura del nivel del mar -ante la también inminente ocurrencia de un próximo terremoto y tsunami- sólo se amplíen las actuales instalaciones, ubicadas muy cerca de la costa y a pocos metros sobre el nivel del mar. ¿Se ha constatado que esa planta y su próxima ampliación están en un sector fuera del área de riesgo por un tsunami? Si ha sido así, sería muy bueno que se diera a conocer, para tener seguridad de suministro del vital líquido aún después de un terremoto y tsunami, para que no se agraven aún más las consecuencias de esa eventual catástrofe.
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