“La atención es por orden de llegada”, dicen al otro lado del teléfono con una brutal naturalidad que solo marca la antesala de lo ya conocido. Misma voz que en persona suele decir que el médico está atrasado pues le salió una emergencia. Excusa que poco interesa convencer al rehén -pues no queda otra que esperar- y cuya credibilidad es similar a la que ofrece “Aguas Antofagasta” cuando te dicen la hora en la cual volverá el suministro tras un corte.
Pero en este caso, la oculista llegó a tiempo, de ahí que lo que siguió fue de acuerdo al sistema que todos hemos vivido; es decir, dos horas 15 minutos de una maratónica espera para que la profesional me destinara 10 minutos de su valioso tiempo; y de verdad valioso pues sin cobertura médica había que pagar 45 mil pesos la consulta. A la salida vi en quienes restaban por ser atendidos caras abatidas, resignadas, emputecidas pero “con respeto” porque el control estratégico del mercado por parte de los médicos en Antofagasta coloca al paciente en una situación de desventaja.
Como toda persona raptada, hay síntomas que son comunes. En algunos casos rabia que se traduce en leves reclamos entre los rehenes y –quizás el más atrevido- frente a la carcelera que oficia de secretaria del lugar. Otros, incluso, con el síndrome de Estocolomo, que encuentran que igual no es tanto esperar más de dos horas por ser atendidos pues la doctora “es buena”. Yo, me encontraba dentro de los primeros pues no podía darme el lujo de –en caso de tratamiento- buscar otra oculista con la escasa y controlada oferta del mercado local.
El “cartel” opera extraordinariamente bien para sus fines tanto en el ámbito público como privado de nuestra ciudad. Por una parte, el Colegio que los agrupa guarda un silencio culposo sin ánimo de modificar lo que a toda vista es una falta de respeto para el paciente; por otra parte, tenemos generaciones de médicos (chilenos) que se adueñaron del mercado; y lo más complejo, lograron meternos en la cabeza que es normal este tipo de atención, cosa que no ocurre en otras regiones de iguales dimensiones a la nuestra.
Lograron que se institucionalizara el abuso hacia el paciente en la forma previamente descrita. Se institucionalizó que en el sector público se deba pedir número en la madrugada para luego presentarlo después de almuerzo en orden de llegada gastando toda una jornada en ser visto por un médico; y también en el ámbito privado, donde la atención por hora de llegada está lejos de cambiar y la principal clínica es un mero Mall exentos de responsabilidades y sin la capacidad técnica de atender urgencias complejas.
Llegamos a un punto crítico, un punto donde lo único que pedimos los rehenes es respeto. Respeto a nuestros tiempos, respeto a entender que uno llega a ver a un médico en condición desmejorada, pidiendo un buen trato, pidiendo ser atendidos a una hora indicada y por un tiempo decente. Pedimos, lo que dijo una vez el Doctor Ziede, que los médicos mejoren la parte humana.
Ni siquiera hemos ganado la primera batalla para pasar a aquella que exige que no equivoquen el diagnóstico el cual sea modificado en segunda instancia en Santiago (privilegio solo para los rehenes con dinero). No, todavía no llegamos a estar cerca de esa pelea; estamos recién pidiendo el piso mínimo que es que esta ciudad deje de ver normal lo anormal y de justificar lo injustificable.
Hablamos de terminar con la atención por hora de llegada y buscar mecanismos en el sector público que terminen con el martirio de quienes tienen menos recursos; hablamos, a fin de cuentas, de dejar de sentirnos como rehenes de quienes se supone deben brindar alivio a nuestra salud y no hacernos solo parte de su negocio.
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Muy cierto y además agregar, que si te llegan a solicitar examenes, tienes una carrera contra el tiempo para hacerte todos los examanes en el transcurso de una semana y el Dr. pueda revisarlos, caso contrario vuelve a repetirse la aventura de pedir hora, esperar y más encima otro bono, solo para que te digan «los examanes están bien»……