A propósito del triunfo de la Selección argentina de fútbol en el Mundial de fútbol de Qatar el día de ayer, me mueve el interés de pensar en la actividad futbolística no desde la ajenidad que suele imponerse al género femenino en estas materias, sino que a la luz de algunos filósofos que lo han pensado desde la perspectiva de cuál es el rol que ha jugado o juega el fútbol en nuestra cultura.
George Bataille, el filósofo e intelectual francés, ha pensado acerca de qué es lo importante en la actividad humana y lo que quiere es discutir con la perspectiva utilitarista que señala que lo importante en las sociedades son todas aquellas actividades que tienen que ver con la reproducción de la vida, con la adquisición de bienes que tienen que ver con la conservación. Según esto, lo importante son las actividades que producen un placer, pero es un placer moderado que se vincula con el trabajo, la reproducción material de la vida. Todo aquello que tiene que ver con el placer como el fútbol o el arte es mirado como una concesión, la idea del utilitarismo está bastante presente en las políticas sociales, en los discursos y relatos de una sociedad como la nuestra.
Bataille responde que no, que son todas aquellas actividades donde el acento está presente en la pérdida, donde el énfasis está puesto en el gasto, las más importantes en una sociedad. Bataille está pensando en el concepto de “potlatch” que es una actividad de algunas tribus americanas donde realizaban grandes espectáculos de destrucción de riquezas, en un ritual donde se competía por quién destruía más cosas, poniendo énfasis en la pérdida. Luego, este ritual se estudió por algunos antropólogos y se señaló que reforzaba algunos tipos de jerarquías, pero la idea central era quién ponía más riquezas para ser destruidas. En esta idea se basa Bataille y estudia el gasto pensando en el lujo, en los juegos, en el arte. Actividades como el arte y el fútbol, que son puro gasto, es donde se juega lo que realmente tiene que ver con el placer y con lo humano.
Si una se pregunta qué es el fútbol, sabemos que es un juego, y el juego lo que exige es una suspensión de la realidad y es donde surgen narrativas que son las más interesantes. Baste ver cómo articula relatos y aristas que configuran una identidad que no es sólo futbolística, sino también social. Articula un relato que es identitario. El fútbol es un gasto que genera un fervor ciudadano improductivo, incluso dionisiaco. Y es en el gasto, dice Bataille, donde se juega mucho de nuestra propia subjetividad, para bien y para mal.
Florencia González, escritora argentina, ha señalado acerca del fútbol “el fútbol es un exceso de personificación, diría que al fútbol le da igual que lo miren, jueguen, disfruten mujeres o tipos mientras que al menos una vez en tu vida hallas sentido el olor a polvo que sube de los tablones cuando todos saltan al unísono para no ser un inglés”
El fútbol se puede vivir como acontecimiento, como subversión de roles a priori, no importan mucho los sujetos concretos que lo viven, el sujeto es un mero soporte de un acontecimiento que lo rebasa y que lo transfigura. En el fútbol, en el arte y en la política. Pura pasión.