Los edificios Huanchaca (o el Curvo), el Caliche y el complejo de departamentos que componen el conjunto habitacional Gran Vía constituyen una de las postales más características de Antofagasta, siendo todo el complejo coronado por la imponente torre Pérez Zujovic.
No obstante una curiosidad presente en estos edificios pasa casi desapercibido para la mayoría de los antofagastinos, y es la formas de ovnis y naves espaciales de los tanques cisternas que coronan estas edificaciones.
A fines de diciembre del año pasado, la Universidad Católica del Norte (UCN) relanzó el libro “La historia de la construcción en Antofagasta… la segunda piedra”, que aporta información relevante sobre la evolución del proceso constructivo en diferentes etapas de Antofagasta.
Entre los artículos destacan textos de diversos autores, como los académicos e investigadores de la UCN Claudio Galeno Ibaceta, José Antonio González Pizarro y Boris Heredia Rojas. La complicación fue hecha por el investigador Jorge Vallejos.
La obra dedica todo un capítulo a la huella arquitectónica de Ricardo Pulgar, quien diseñó y ejecutó las obras de gran parte de las viviendas ubicadas al sur del Estadio Regional Calvo y Bascuñán, y también el conjunto habitacional Gran Vía, en un proceso iniciado a fines de los 50 y que concluyó con la construcción de la torre Pérez Zujovic (o Coca Cola) en 1977.
Un arquitecto particular
Ricardo Pulgar San Martin (1923-1993) fue un arquitecto santiaguino formado en la Universidad Católica de Chile quien arribó a Antofagasta a fines de los años 50, desenvolviéndose como profesional en la ciudad y cuyos máximos logros son el conjunto habitacional Gran Vía, destacándose de estos trabajos los edificios Huanchaca, que iniciaron en 1967 y concluyen en 1969, el Caliche iniciado en 1970 y concluído en 1974 y la torre Pérez Zujovic (en honor a la misma constructora que las ejecutó) construída entre 1972 a 1977.
Pulgar era una persona que no deslindaba sus pasiones personales de su trabajo profesional. El arquitecto era un obsesionado con la carrera espacial y todo aquellos temas que tenían que ver con la galaxia.
Tanto es así que en sus años de estudiante en la Universidad Católica en Santiago, con un grupo de amigos montó una planificada farsa al construir una “nave espacial” de papel y cartón en el cerro San Cristóbal, para mandar luego diversas informaciones a la prensa de que un ovni había aterrizado en el lugar. Los periodistas de la época cayeron en el embuste, llevando incluso la falsa noticia a los titulares.
“Disco volador causó conmoción en Santiago” titulaba el diario La Nación en noviembre de 1950. Años después, con el extravagante arquitecto ya en el norte, el Mercurio de Antofagasta titulaba “Está en Antofagasta el autor del proyecto del disco volador que ‘cayó’ en el cerro San Cristóbal”.
El artículo de esta última noticia, recopilado en el libro lanzado por la UCN consta que “el escrito, sintetizaba los sucesos y la expectación pública que provocó. Pulgar, era presentado como arquitecto Inspector de la Caja de Empleados Particulares, que estaría a cargo de vigilar la construcción de las tres nuevas poblaciones que se levantarían en la ciudad. El arquitecto relataba que la idea del montaje, en complicidad con Germán Becker, inicialmente era para una campaña publicitaria, y surgió porque los discos voladores estaban de moda y se habían producido avistamientos en Santiago e incluso en Antofagasta. Tuvieron la precaución de asesorarse judicialmente para prevenir que la expectación pública no implicase alguna sanción”.
Llegan los Ovnis a Gran Vía
Como ya se ha relatado, Pulgar planificó y supervisó la construcción de los nuevos complejos habitacionales de la zona sur de Antofagasta. Los diseños se hicieron en base a los sólidos estándares de la época, pero al momento de construir los tanques cisternas (de agua) sobre la terraza de los edificios, Pulgar desempolvó sus obsesiones personales.
Fue así que estos tanques se caracterizan en el hecho de que la mayoría presentan forma de platillos ovni y unos pocos en el sector de Avenida Angamos tienen la forma cónica de la mitad de una nave espacial.
Sobre este respecto, el arquitecto y académico de la UCN, Claudio Galeno Ibaceta, explica que “la necesidad de los tanques de agua en las construcciones de aquellos años era una prioridad, dada la geografía en la cual se encontraba. Es aquí donde Pulgar aprovecha de usar elementos con referencias a forma aeroespacial, que también era una tendencia muy presente en la sociedad de esa época, dada a la ‘carrera espacial’ que Estados Unidos y la entonces Unión Soviética realizaban por conquistar la luna”.
Hoy, aún prevalecen estos curiosos diseños sobre los edificios de Gran Vía, muchos de ellos casi imperceptibles por el cableado eléctrico, las pinturas que no diferencian los “alerones de la nave” y por carteles publicitarios que han opacado la creatividad del extravagante arquitecto.