Panamá acoge este viernes y mñana sábado la XXIII Cumbre Iberoamericana, bajo el lema “el Papel de los países Iberoamericano en el nuevo contexto mundial”, marco en el cual las delegaciones analizarán asuntos relativos al desarrollo socio económico de las naciones, así como la renovación de este mecanismo de diálogo político y de cooperación. Sin embargo, esta reunión está marcada por las ausencisas de muchos de los líderes poltíticos de los países miembros.
De los 22 países, todos de habla española o portuguesa, que integran la comunidad iberoamericana, sólo 13 jefes de EStado o de Gobierno asistirán a la Cumbre, entre ellos los convalencientes Cristina Fernández, presidenta de Argentina que se recupera de la operación a la que fue sometida la semana pasada, o el Jefe del Estado español, el Rey Juan Carlos I, de baja por su operación de cadera, que será representado por su hijo, el Príncipe de Asturias, Don Felipe de Borbón y el jefe del gobierno, Mariano Rajoy, ambos en Panamá, ya.
A estas ausencias obligadas por la salud de los líderes, se suman la del presidente de Guatemala, Otto Molina, que iba a llevar su propuesta de despenalización de las drogas, y la del de Bolivia, Evo Morales, el único representante visible del bloque del ALBA que sí había confirmado su asistencia –con permiso del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, que sí estará presente—
También se han confirmado la ausencia de la presidenta brasileña Dilma Rousseff, que no es una habitual en este tipo de cumbres, Nicolás Maduro (Venezuela), Rafael Correa (Ecuador), Sebastián Piñera (Chile), en la que hubiera sido su última participación como presidente de su país, José Mujica (Uruguay), que tampoco acudió a la del año pasado a la de Cádiz, o Raúl Castro (Cuba). Aunque todos han alegado problemas de salud o de agenda, lo que se deja entrever es una falta de compromiso de los líderes americanos hacia esta reunión en la que se abordarían aspectos importantes para todos los países miembro.
Esta baja afluencia de participación, contrasta con el casi pleno que se consiguió con la Cumbre de 2012 celebrada en España y parece difícil que sin la presencia de dos de los países más significativos tanto política como económicamente, (Chile y Brasil), se pueda apuntalar las bases del cambio de rumbo que se pretendía dar a esas reuniones en esta cumbre. Ni siquiera la presencia de Enrique Peña Nieto, presidente mexicano, que aspira a recoger el papel de dinamizador que correspondía a España hasta el momento, y que celebrará en Veracruz el siguiente encuentro, ni la de los presidente de Colombia, José Manuel Santos, y Perú, Ollanta Humala, bastan para suplir las bajas.
En Panamá se debatirán las conclusiones del “documento de la renovación” que en la cumbre de Cádiz se encargó al expresidente chileno, Ricardo Lagos. En él se estipula un cambio de la periodicidad de las reuniones, pasando a celebrarse cada dos años y se plantéo una reforma de la financiación actual acorde con la nueva situación económica que se ha operado a ambos lados del Atlántico desde comenzaron a celebrarse estas cumbres en 1991. Ahora España asume el 60% del coste, América Latina el 30% y Portugal el 10%. La nueva propuesta pretende que los países americanos asuman el 40%.
Sin embargo, esta no será la cumbre con menos participación de la historia, la de 2011, donde sólo acudieron 10 países. Ni tampoco asistiremos a ver el nivel de la tensiones políticas entre Uruguay y Argentina. Cumbres que siempre dejan alguna anécdota para la historia, como la del monarca español, Juan Carlos I, mandando callar al «todopoderoso» Chávez en 2007: