Tuvo que ser a fines de diciembre o inicios de enero de este año en que el tejado del teatro de la exoficina Chacabuco -viejo campamento salitrero ubicado a 98 kms al noreste de Antofagasta- colapsó debido a lo que, suponen su cuidadores, fue la fatiga de material exacerbado por una serie de sismos.
La destrucción de la vieja techumbre encendió la luz roja en las pocas personas aún agrupadas en corporaciones dedicadas a la preservación del patrimonio regional. De ahí que hace un par de meses las autoridades anunciasen un proyecto para su reparación.
Gobierno regional elabora iniciativa para restaurar teatro de la ex oficina salitrera de Chacabuco
La iniciativa no es menor, considerando que la otrora oficina cumple en este 2022 un siglo. Hoy, junto con Pedro de Valdivia, Humberstone y Santa Laura (las dos últimas en la región de Tarapacá, son patrimonio de la UNESCO) son las únicas salitreras en desuso que aún cuentan con unos pocos guardias, conservando más infraestructura que las demás oficinas de las que sólo subsiste un puñado de paredes derruidas y hojas de latones diseminados a su alrededor. .
Chacabuco (pese a que ninguna de sus viviendas tiene puertas, ventanas y en su mayoría, techumbre) aún conserva calles definidas, plazas con arbolitos secos, pulpería, teatro, maestranza, casa de máquinas, galpón industrial, chimenea y otras cosas que aún le dan un aliento a “pueblo”. Pero torres de centinelas militares apostadas a sus costados de no tan vieja data le imprimen un carácter sombrío.
Era «Shank»
Contexto breve, pero necesario. La oficina Chacabuco fue construida en base al sistema Shank (método inglés para la elaboración del salitre que caracterizó a la mayoría de las salitreras, la cual fue opacada por el sistema norteamericano Guggenheim, por ser más eficiente). De ahí su característica configuración de campamento para obreros, palacetes y dachas para jefes y administradores, y todo un paño para la industria.
Se desconoce con exactitud el mes de partida, pero fuentes del Consejo de Monumentos Nacionales (Chacabuco está en la lista) datan su inicio en 1922. Al respecto, Jorge Molina, presidente de la Corporación Museo del Salitre Chacabuco explica que “hay algunos que sostienen que en 1922 se inició la construcción. Nosotros creemos que fue entre fines de 1922 e inicios del 23, y sus operaciones empezaron en 1924”.
Su toponimia (origen de nombre) se debe al carácter nacional que en ese tiempo se trataba de imprimir en el norte. Mal que mal, la zona había sido arrebatada a Bolivia hace poco más de 40 años, por ende nombres con sentidos patrióticos como Chacabuco (batalla independentista que la que O’Higgins barrió a los españoles en febrero de 1817), u oficinas como Pedro de Valdivia, Baquedano, Prat, Esmeralda, Aldea, Cochrane, Condell, Anibal Pinto, José F. Vergara, Miraflores, trataban de dar un mensaje que la zona fue conquistada, y punto.
El día a día
Básicamente se vivía para trabajar y se trabajaba para vivir. La vida social se remitía a los domingos, donde se iba a misa, su paseo familiar (con bandas musicales tocando en la retreta, estructura que aún se conserva en muchas plazas nortinas) y compras en la pulpería. Todo lo demás era trabajo de sol a sol, extrayendo el caliche a punta de “barretazos” y “dinamitazos”, siendo pagados con fichas de cartón que apenas rendían para la compra de harina, leche, huevos y algo de carne. Realidad de todas las salitreras “Shank”.
Al respecto, Roberto Sepúlveda, vicepresidente de la Corporación Museo del Salitre de Chacabuco cuenta que “cuando viene la crisis del salitre y empiezan a cerrar los campamentos, la gente empieza a quedar cesante y a emigrar hacia los puertos cercanos, como Tocopilla y Antofagasta. Los inversores en materia de salitre, entre ellos Pascual Baburizza, que es uno de los propietarios de Chacabuco, hacen un último intento por recuperar la industria del salitre. Entonces se constituye en toda una gran esperanza la construcción de Chacabuco. Hubo gran esperanza, porque se hacen varias cosas importantes en lo social, como el teatro, la filarmónica, pensando que iba a haber una prosperidad de mayor tiempo. Pero el daño hecho en nuestro salitre por el salitre sintético y todo lo demás ya era irreversible. Entonces, pasa a ser como la última oficina en el sistema Shank que se construye, con la idea de recuperar el auge del salitre».
Cuento corto, Chacabuco se ahogó con las demás salitreras en la década del 30, después que Alemania inventase un salirte más económico dado a que Chile no le vendió su producto durante la I Guerra Mundial (1914-1919).
A todo lo anterior se agrega la crisis económica de 1929, Chacabuco, como oficina salitrera, muere en 1940. Dos años después ya la estaban desmantelando para vender sus puertas y ventanas
Campo de concentración
Pero, al ser una de las salitreras mejor conservadas, los militares le dieron un segundo uso. Antes de ser campo de prisioneros político, fue asentamiento militar durante una de esas interminables crisis que se generan con los vecinos altiplánicos. Así nos cuenta Sepúlveda.
“Alrededor de 1962, cuando se produce el conflicto con Bolivia por el río Lauca, el presidente Alessandri Rodríguez moviliza tropas hacia la frontera y Chacabuco, por lo que nos ha revelado mucha gente del sector, se rindió como un campamento militar. Allí pudieron pertrecharse los soldados, porque era una zona que les quedaba cerca de subir a Calama o Baquedano. Hay algunas fotografías donde los militares ya habían hecho uso de eso, así que seguramente eso también lo contemplaban, o lo tenían en la retina, como un lugar que se podía utilizar militarmente”.
Si esto fue considerado en 1962, poco más de una década después se ejecutaron las ideas, reutilizando la oficina como campo de concentración para prisioneros políticos durante la dictadura militar. Algunas torres de vigilancia aún subsisten en el campamento.
En la página del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) consta que “el año 1973, al producirse el Golpe de Estado, fue expropiada por las Fuerzas Armadas para convertirse en uno de los campos de prisión y tortura más grandes de la dictadura militar. En él se recluyó, torturó y fusiló a prisioneros políticos varones de Copiapó, Valparaíso, Santiago, Linares y Concepción hasta 1975”.
Uno de los prisioneros fue Alberto “Gato” Gamboa, periodista del otrora Clarín, quien testificó de estas experiencias en su libro “Un viaje por el infierno”.
Monumento Nacional
Pasado el mal trago, Chacabuco quedó expuesta como sus demás hermanas, a la indiferencia de la sociedad. En medio de un desierto ya inexplotable por el poco interés en el salitre, comenzó lentamente su deterioro, pese a ser declarado Monumento Nacional por el CMN en 1989.
El mismo CMN cita que “por el valor que revisten sus vestigios, en tanto prueba de una época importante para la economía nacional y el poblamiento del Norte Grande, fue declarada Monumento Nacional en el año 1971. Tiempo después, en 1989 se realizó una nueva declaratoria que incluyó las tortas de ripio o acopio de desechos minerales que circundan las instalaciones. Desde 1990 es propiedad del Estado de Chile y es administrada por el Ministerio de Bienes Nacionales. Actualmente se encuentra en avanzado estado de deterioro producto del saqueo de sus estructuras y vigas de pino Oregón”.
Producto de este deterioro se encuentra el ya citado colapso de la techumbre de su teatro. Al respecto el investigador de la era salitrera, galardonado con el premio Linterna de Papel, 2019 de El Mercurio de Antofagasta por su contribución a las artes, cultura y patrimonio, Christian Venegas, nos da luces sobre el tema.
“A uno le gustaría que existieran más oficinas salitreras preservadas como monumentos, pero la realidad es que solo hay tres sitios importantes, tomando en cuenta a la ex oficina Pedro de Valdivia que cerró en 1996 y a María Elena que aún se mantiene en pie. Hoy lamentarnos sobre las acciones que ya no se pudieron hacer en torno al cuidado y mantención del patrimonio salitrero, solo nos queda aprovechar las oportunidades que se puedan generar para promover nuestra historia ligada a las oficinas salitreras. Pedro de Valdivia, tiene lo suyo y sus ex habitantes han hecho mucho por su preservación, pero Chacabuco también tiene mucho que entregar y es un lugar fundamental en el circuito salitrero; no solamente por su pasado como campo de prisioneros políticos, sino como un espacio donde aún podemos recorrer sus calles, visitar su teatro y disfrutar de una linda tarde aprendiendo de la historia de la explotación del salitre y del desarrollo de las comunidades pampinas. Chacabuco sigue siendo un lugar muy atractivo para el turista y para todos quienes amamos la historia de la pampa”.
Y concluye diciendo que “al observar sus instalaciones, uno desearía que llegaran mas turistas a visitarla, pero también que haya un respeto hacia sus ruinas e instalaciones, donde muchas familias hicieron su vida entre los muros de este gran bastión salitrero que nos sigue regalando hermosas postales que reflejan la historia e identidad de nuestra región”.