“El político se convierte en estadista cuando piensa en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Winston Churchill
Luego de las últimas elecciones municipales, podemos decir que hemos tenido al menos dos conclusiones potentes que quienes participamos en política activamente debemos atender: desinterés y renovación.
Existe cierta uniformidad en cuanto a los análisis de que el gran triunfador fue la abstención, independiente de los aires triunfalistas que asoman desde una derecha que nunca había ganado en Calama y San Pedro de Atacama, y que en Mejillones y María Elena habían visto como últimos alcaldes los impuestos por la dictadura. Si se entiende el resultado electoral desde un enfoque sistémico, lejos de los cálculos de corto plazo, es imposible desacoplar la abstención del resultado electoral.
Respecto de la abstención, el margen de interpretación, me atrevería a decir a nivel nacional, no es mucho: falta de identidad a la hora de sentirse involucrado en los destinos de nuestro territorio. Esta sensación puede convertirse en una certeza, pues en Antofagasta hubo diversidad de candidatos, ocho a alcalde y más de noventa a concejal, entregando una oferta que representó un amplio espectro de ideas, formas e inspiraciones. Por tanto, concejales más o menos, o el triunfo moral de haberle ganado a los “políticos tradicionales” constituye no más que una conclusión mezquina y antojadiza.
Dejando de lado a la gran triunfadora de esta elección, la renovación es la siguiente vencedora. Es cosa de ver los resultados en Valparaiso, Santiago, Mejillones o Calama, donde políticos tradicionales o que constituyeron la representación de los mismos, fueron derrotados. Aquí no podemos perdernos, ni menos demonizar a los partidos, que durante más de 100 años han entregado estabilidad, gobernabilidad y han dado muestras de administrar bien los ciclos económicos que nos influyen fuertemente desde el exterior.
Entendiendo la política en su sentido etimológico, yendo a la base de la necesaria organización para vivir cada día mejor, los partidos cumplen un rol en cuanto a la oferta, lo que podemos poner a disposición de nuestros conciudadanos. Aquí es donde hace sentido el que la política es un arte, donde los partidos definen, con sus mejores hombres y mujeres una forma de organizarnos y optimizar los recursos públicos para mejor vivir. Si a esto sumamos el mensaje de renovación pedido a gritos desde hace al menos dos elecciones, urge que los partidos tomemos en cuenta este clamor y pongamos a disposición de nuestra región a nuestros mejores hombres y mujeres.
En el caso de la democracia cristiana de Antofagasta esto se comenzó a fraguar y ya habemos grupos de jóvenes profesionales dispuestos a ponernos a disposición y disputar los espacios democráticos al interior de nuestro partido y ofrecer nuevas técnicas para organizarnos y mejor vivir. Sin caer en la vanidad, pues no se trata de reemplazar solo por renovar, sino que también asumir el desafío conscientes de que esto no es una lucha generacional y que será de varias décadas. Tenemos mucho que aprender del legado de Radomiro Tomic, Pedro Araya Ortiz, Floreal Recabarren o la misma Sandra Berna que, saliendo de su impecable gestión municipal, aún tiene mucho que aportarnos en la política nacional y regional.
La vuelta al mundo parte por un primer paso y estamos dispuestos a darlo.