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sábado, 12 abril, 2025
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Columna de opinión

El arte y el bienestar en la vejez: un camino hacia una vida plena

"Resulta fundamental que existan programas que promuevan el acceso al arte para las personas mayores. No como una forma de pasar el tiempo, sino como una herramienta poderosa para seguir creciendo, expresándose y disfrutando del presente. Porque el arte no solo enriquece el alma, también mantiene despierta la mente, activa el cuerpo y nos recuerda que siempre es posible seguir aprendiendo y creando", Mg. Mónica Jorquera Cox, Académica Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad de Antofagasta

Envejecer es una experiencia inevitable, pero también profundamente humana. Y si bien muchas veces se asocia la vejez con pérdida o deterioro, lo cierto es que también puede ser una etapa llena de sentido, descubrimiento y belleza. Todo depende de cómo decidamos transitarla. En ese sentido, el autocuidado juega un rol fundamental: cuidar de nuestro cuerpo, de nuestra mente, de nuestras emociones. Y aquí el arte  (y en todas sus formas)  aparece como un aliado invaluable.

Pintar, dibujar, escribir, cantar, bailar, modelar con las manos… son más que simples pasatiempos. Son actividades que nos conectan con lo más profundo de nuestra identidad, nos permiten expresar lo que muchas veces no se dice con palabras y, sobre todo, nos ayudan a mantenernos activos, creativos y en sintonía con la vida.

La evidencia en torno a los beneficios del arte en personas mayores es clara. Desde la arteterapia, por ejemplo, se ha demostrado que las actividades creativas favorecen la expresión emocional, ayudan a aliviar el estrés y contribuyen de manera concreta al bienestar psicológico. Y no se trata solo de emociones: también hay un impacto positivo en las funciones cognitivas. El arte estimula la memoria, la atención, la concentración y la resolución de problemas. Actividades como la pintura o el modelado trabajan además la motricidad fina, la percepción visual y la organización espacial.

Más allá de lo técnico, hay un valor enorme en lo que se vive mientras se crea. La pintura, por ejemplo, enseña paciencia, perseverancia, observación. El modelado despierta la imaginación y activa zonas complejas del cerebro relacionadas con la perspectiva y el espacio. Y si hablamos de música, baile y canto, entramos a un terreno donde la emoción se mezcla con el cuerpo y el recuerdo. ¿Quién no ha sentido que una canción lo transporta a otro tiempo? La música tiene esa magia: nos conecta, nos mueve, nos hace sentir vivos.

Pero quizás uno de los aspectos más valiosos del arte en esta etapa de la vida tiene que ver con la dimensión social. Muchas personas mayores experimentan soledad o aislamiento, y es ahí donde los talleres y espacios de encuentro artístico se transforman en verdaderos refugios de comunidad, de contención y de alegría compartida.

Por todo esto, resulta fundamental que existan programas que promuevan el acceso al arte para las personas mayores. No como una forma de pasar el tiempo, sino como una herramienta poderosa para seguir creciendo, expresándose y disfrutando del presente. Porque el arte no solo enriquece el alma, también mantiene despierta la mente, activa el cuerpo y nos recuerda que siempre es posible seguir aprendiendo y creando.

Envejecer con arte es, en definitiva, una forma luminosa de mantenerse comprometido con la vida.

 

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