A las 00:00 horas del 1 de enero en comunas como Iquique, Tocopilla, María Elena, Calama, Antofagasta y Taltal (también hay registros que se realiza en La Serena y Penco) muñecos hechos de ropa vieja –y otros implementos- son quemados para recibir el nuevo año.
La tradición de los llamados “monos” de Año Nuevo es una costumbre que no se ha interrumpido, incluso tomando relevancia mediática debido a lo elaborado de sus estructuras. Esto ocurre particularmente en Tocopilla, donde se organizan concursos patrocinados por su municipalidad para premiar las mejores creaciones en diversas categorías.
Entre quienes han participado de estos concursos en el puerto está el joven Ignacio Orellana, quien lleva años con su familia armando fabulosos “monos” que después quedan reducidos a palos carbonizados y cenizas.
“Desde pequeño que andaba metido en la construcción de monos. Mi papá era conocido por los monos que hacía en su juventud hasta ahora y siempre me estuvo metiendo en cada proyecto que hacía. Así que de chico me fui perfeccionando y agarrando técnicas para hacerlos”, cuenta Ignacio, quien obtuvo en tres oportunidades el primer lugar en el concurso de quema de monos organizado por la Municipalidad de Tocopilla.
Además, en esta comuna no solo se queman monigotes, sino que también poco antes de la medianoche del 31 de diciembre se enciende en una de sus playas una fogata hecha de una mezcla de salitre y petróleo conocido como “salnatrones”, lo que genera una gran hoguera que es perceptible desde todos los puntos de la ciudad. De hecho, la práctica anual de esta tradición hizo que la playa donde se efectúa sea conocida como “La Gasolina”. Pero el origen de esto es algo más oscuro que la fabricación de los monos.
Tradiciones pampinas
Al respecto, el historiador Damir Galaz-Mandakovic, en su página Tocopilla y su Historia, explica que esta tradición nació en las oficinas salitreras, pero tras el cierre de éstas en la década el 30 a causa del debacle del “oro blanco” en el comercio internacional, los pampinos que migraron hacia los puertos siguieron replicando la tradición.
“La llegada de pampinos a los puertos conllevó el traslado de estos rituales. Cabe indicar que la ropa era un tema importante en las fiestas de fin de año, en cuanto a renovación y cierto lucimiento: era dejar atrás la vestimenta usual en lo cotidiano; por ello, la quema de lo que ya no se usaría contribuía a la formación y fabricación de estos ‘monos’, que eran básicamente ropa rellena con otros trapos, adornados con algunas maderas y mensajes de buenos deseos. Desechar la ropa era desprenderse. Desprenderse para quemar”.
Peste
Pero no todo es un mensaje positivo para el nuevo año, y que el origen de la mencionada quema de salnatrones se relaciona directamente con la propagación de la fiebre amarilla, la cual golpeó a la población de Tocopilla y de las salitreras del cantón de El Toco en 1912.
Sobre este aspecto, Galaz-Mandakovic explica que “estos salnatrones no nacen precisamente para el Año Nuevo, sino que lo hacen cuando en la ciudad se estaba luchando contra la espantosa Fiebre Amarilla, por allá en 1912: peste mortal que llegó a través de un barco y que provocó 319 muertos en la pequeña ciudad”.
Por lo anterior, agrega que la quema de salitre fue otra medida de mitigación tomada por las autoridades médicas de la ciudad, la que se adicionaban a la fumigación con azufre y la colocación de petróleo en los depósitos de agua para extinguir, por falta de aire, las larvas de los mosquitos llamados Aedes Aegypti. De esto modo, se comenzaron a producir simultáneamente pequeñas fogatas en varios puntos de la ciudad, siendo el salitre el principal combustible. Todo el humo que se generaba, se creía, mataba a los mosquitos.
“Una vez superada la peste de 1912, los salnatrones, en primera instancia una medida sanitaria, derivó en la ritualización de la quemazón de lo negativo del pasado y se cruzó con la combustión de figuras antropomorfas y zoomorfas que poco a poco han derivado en estilizaciones y verdaderas obras artísticas que sorprenden por su refinamiento en la manufactura, donde el cine y la televisión juegan una gran influencia en la definición de las figuras y contextos de contenidos de estos ‘monos’. Es decir, existe siempre un correlato sobre la taquilla y la moda en el cine, los personajes y los contenidos asociados, con la ritualización local de una vieja costumbre”, concluye el historiador.
Cuando el reloj marca las 00:00, las llamas comienzan a aparecer, iluminando el sector donde estas creaciones cobran vida para luego transformarse en palos carbonizados y cenizas. El pasado y el presente se unen en la combustión: cada chispa guarda las historias y vivencias actuales, pero también la memoria de los pampinos que trajeron consigo estas tradiciones. Así, entre el fuego y el recuerdo, el Puerto Salitrero sigue escribiendo su historia.
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