Cuando nos jugamos por el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, en noviembre de 2019, lo hicimos desde la firme convicción de brindar un espacio democrático, para que la ciudadanía representada en una Convención Constitucional, pudiera manifestarse con pleno respeto a todas las visiones que constituyen nuestro país. Sin exclusiones, porque entendimos que fueron precisamente éstas las que nos llevaron a la crisis social que se manifestó en el estallido de octubre de ese año.
Soy testigo de primera fuente de que muchos constituyentes de nuestro partido han trabajado con una actitud constructiva y abiertos al diálogo y los acuerdos, obteniendo como respuesta, muchas veces, una aplanadora que terminó con sus propuestas solo porque son “de Derecha”.
Hay carencia de voluntad y diálogo entre quienes escriben las reglas futuras de nuestro país. Los constituyentes no han comprendido, a pesar de las lecciones que nos deja más de dos años de pandemia, que al final del camino todos somos uno. Salir del yo para entrar al nosotros, es a mi juicio, la solución para enmendar el rumbo. La nueva Constitución es la oportunidad de construir una carta magna que represente a todos los chilenos, colaborativa y transversal que responda a las necesidades de quienes conformamos este nuevo Chile.
Sin dudas, la subjetividad y los dogmas tuvieron su corolario en el Pleno con la aprobación de la creación de la Cámara de las Regiones que, en la práctica, acaba con una de las instituciones más significativas de nuestro país, el Senado.
Esto es, con todas sus letras, un golpe a la democracia, un retroceso en nuestra institucionalidad y una mala utilización del regionalismo. Son muchos los proyectos en los que hemos avanzado sin distingo para que las regiones tengan más presencia y ahora, erróneamente, se está diciendo que con el fin del Senado se fortalecerán las mismas. Pues es todo lo contrario. La mayoría de los actuales senadores nacimos, nos criamos y vivimos en las regiones que representamos y trabajamos desde esa visión de ciudadanos de nuestros territorios.
Otro hecho relevante, es que el Senado actúa como un contrapeso de poder y es un ente que a lo largo de su historia, ha sido fundamental para lograr acuerdos y equilibrios políticos que impiden que un sector pueda arrasar políticamente con los otros. Con el nuevo diseño, esa capacidad se terminó.
Lo que empezamos a ver, escuchar y conocer en el proceso de construcción de la nueva Constitución ha sido el de una visión sesgada de cierto sector, que por cierto, tiene mayoría en la convención pero no son conscientes que su mayoría sigue siendo relativa en nuestro país, porque muchos decidieron no votar. Esto supone que quienes estén en la Convención, deben hacer un esfuerzo por contemplar todas las visiones y no solo imponer la propia. La Constitución nos debe representar a todos y todas.
Para quienes nos jugamos por una nueva Constitución, no son buenas noticias las que nos llegan desde la Convención, porque nos pone en la encrucijada de que, habiendo rechazado la del 80 y necesitando una que nos una, nos estamos quedando sin ninguna que sea verdaderamente representativa de nuestra sociedad completa. Algo que claramente seguirá siendo una necesidad y que debemos ver, en caso de rechazarse la nueva propuesta, de qué manera construimos una Constitución para todo Chile. Hoy debemos comprometernos con ese 80% de chilenos y chilenas que están pensando en no aprobar el trabajo de la convención, que avanzaremos desde el congreso en una nueva Constitución.