Por Ricardo Rabanal Bustos, Magíster en Educación, Profesor de Historia y Geografía, Historiador, Cronista y Bombero.
«A mi padre Guillermo, quien es Marino Chileno»
«Algún día, así como en otras ciudades del norte, que nos han dado una lección de identidad y respeto, construirnos en la costa de Antofagasta una réplica exacta de la Corbeta Abtao que nos lleve por los mares de la historia a recordar a nuestros héroes que dieron su vida por la Patria y nos entregaron identidad como puerto mayor».
Con la resonante victoria obtenida por el Capitán Carlos Condell de la Haza, al mando de la Corbeta Covadonga sobre la fragata blindada Peruana Independencia el 21 de mayo de 1879 en el combate naval de Punta Gruesa, donde la malograda Covadonga, con su intrépida tripulación lleva a una trampa mortal a la poderosa Independencia. Este buque, que para algunos entendidos era el más poderoso de este lado de América y de hecho mucho más poderoso que el propio Huáscar, con su hundimiento, hace que el Huáscar sea ahora quien deba asumir en soledad, pero con gran intrepidez, el protagonismo de la guerra naval contra nuestro país.
Es así como la historia comienza a escribir un capítulo singular para el valiente y correcto Comandante Miguel Grau Seminario al mando del monitor acorazado Huáscar, buque de 195 pies de eslora, con una torre giratoria blindada con alcance de tres mil yardas, el Huáscar contaba con cinco cañones, dos de (a) 300 libras, seis cañones de (a) 60 libras y un cañón de (a) 70 en la popa, una ametralladora subida a cubierta, no a la cofa, como se cuenta en algunos relatos y 1745 toneladas de desplazamiento con 11 nudos de velocidad. Había sido diseñado por el británico Cowper Coles. El blindado Huáscar, correspondía al tipo Turret ship, también denominado como Vapor de torreón blindado por las Memorias del Ministro de Guerra y Marina y la Comandancia General de Marina de Guerra del Perú
Según algunos historiadores peruanos es el mismo presidente Don Mariano Ignacio Prado en comunicación directa con el Comandante Miguel Grau, quien entrega instrucciones de alcanzar en alta mar al vapor Ilo perteneciente a la Pacific Steam Navigation Company (PSNC) más allá de Antofagasta, presumiblemente en algún punto al sur de la ciudad en alta mar, donde contactará el alférez de fragata Ricardo Herrera, quien le entregaría información secreta de la posiciones de los buques chilenos en Antofagasta, con esa indagación de gran valor , el Huáscar se internaba furtivamente en la noche a Antofagasta y lanzaría los torpedos Lay a los buques chilenos.
El plan consistía en que si un blindado Chileno resulta hundido, el vapor Oroya llevaría la noticia a Iquique, para que de Arica zarpara el monitor Manco Cápac, este llegaría a Iquique para que el Oroya lo remolcara de Iquique a Antofagasta, y en compañía del Huáscar y apoyados en su poder de fuego ambos buques provocaron la rendición de Antofagasta o simplemente de no poder hacer lo primero por un tema logístico, destruirían las máquinas desaladoras de agua de mar, vitales para la sobrevivencia de la ciudad, las tropas y las faenas industriales de transporte y estiba de salitre. Por último, si no podría torpedear a ningún buque Chileno, Miguel Grau debía proceder a discreción para hostilizar al ejército y la población chilena.
Fue así como un 22 de agosto de 1879, el Huáscar junto al transporte artillado Oroya comienzan desde Arica una expedición naval que tiene como objetivo torpedear y hundir al blindado chileno Blanco Encalada, del cual se sabía, según la inteligencia Peruana, estaba en mantenimiento en Antofagasta.
El primer acercamiento a las costas Antofagastinas se realizó las primeras horas del alba del día 25 de agosto. Grande fue la sorpresa del Capitán Miguel Grau y su tripulación al darse cuenta que el blindado Blanco Encalada no estaba en Antofagasta. Rápidamente se dio la orden a bordo del Huáscar de torpedear a la corbeta chilena Abtao que se encontraba en el puerto con uno de los dos torpedos Lay que se tenía a bordo, el segundo torpedo tiempo después fue trasladado al Oroya cuidando la seguridad del Huáscar en combate.
Esta ocasión sería la primera vez que la Marina de Guerra del Perú utilizaba un torpedo móvil y lamentablemente para el Huáscar y los peruanos, fue un rotundo fracaso. Estando el Huáscar a una distancia de 300 a 400 metros de los buques chilenos y ocultando sus movimientos de cubierta por la penumbra de la madrugada y posición del buque, comienzan a desembarcar el primer torpedo, el torpedo Lay tenía un largo de 7.6 metros y un diámetro de 600 milímetros, era propulsado por dióxido de carbono presurizado y dirigido por dos cables eléctricos desde la embarcación o estación desde donde se lanzaba. Este primer torpedo y único que se lanzó estaba colgado en el pescante de estribor, se dejó en el agua con alguna dificultad y al momento de accionarse su movimiento, el cabo (cuerda) que lo había bajado se enredó con la hélice y se dobló el tubo del cable eléctrico, dejando a la deriva el torpedo en altamar.
El capitán Miguel Grau, al ver que la misión de torpedear algún buque Chileno fracaso y siguiendo las instrucciones de Mariano Ignacio Prado decide retirarse de Antofagasta y realizar una nueva ocupación sobre la costa chilenas, esta vez en el puerto de Taltal el 26 de agosto, en donde los buques Peruanos Huáscar y Oroya capturaron nueve lanchas menores y de poco interés táctico, dejando dos que se encontraban con mercaderías, de las nueve lanchas, tres fueron hundidas y seis llevadas a remolque por el Oroya a Arica para ocupaciones menores, mientras tanto el Huáscar se dirigía nuevamente sobre Antofagasta porque tenía información, esta vez correcta, de que el blindado Blanco Encalada se dirigía rumbo al sur para continuar con sus reparaciones dejando desprotegido el puerto de Antofagasta. Entonces el Capitán Miguel Grau decide aprovechar la oportunidad para ejecutar un ataque contra las fuerzas Chilenas en ese puerto que conoce bien y además es estratégico en esta primera parte de la campaña militar para el Ejército Chileno.
Es así que el inconfundible contorno primero y pocos minutos después la presencia inequívoca del monitor acorazado Huáscar apareció nuevamente frente a la ciudad de Antofagasta el jueves 28 de agosto de 1879 a las 11:20 horas. Este combate y bombardeo costeros en la bahía de Antofagasta es uno de los más interesantes y letales de la Guerra del Pacifico. Ya el 26 de mayo del mismo año se había enfrentado el Huáscar con las defensas de costa del puerto y la gloriosa artillería de la corbeta Covadonga que realizaba reparaciones en el puerto de Antofagasta por los daños y bajas que le había provocado él mismo Huáscar en la primera escaramuza del combate naval de Iquique y después los daños causados por la Independencia en Punta Gruesa antes de ser vencida por la misma corbeta Covadonga.
El puerto de Antofagasta, en esta ocasión, bajo las órdenes militares del experimentado y lúcido General Don Erasmo Escala Arriagada, estaba bien y estratégicamente defendido por tres fuentes que dominaban toda la bahía y además podían cruzar sus tiros en un determinado blanco. El fuerte Bellavista o norte tenía dos cañones Armstrong uno de (a) 300 libras y otro de (a) 150 libras y estaba al mando del teniente coronel José Velásquez, jefe del batallón de artillería de línea. El fuerte del Sur, al mando del capitán Benjamín Montoya, también tenía un Armstrong de (a) 150 libras y el fuerte denominado del Centro, al mando del capitán Delfín Carvallo, tenía un cañón Armstrong a 150 libras. También existía al lado sur de la ciudad, una batería Krupp de campaña, con cuatro cañones de 78,5 milímetros. La importante máquina desaladora que permitía la vida en la ciudad y se había convertido en un blanco estratégico estaba protegida por una plancha de fierro de considerable espesor. Además la Primera Compañía de Bomberos “Bomba Antofagasta” y Segunda Compañía de Bomberos “Salvadores y Guardias de Propiedad”, habían reunido su personal bajo las órdenes de su Comandante Don Francisco Bascuñán encontrándose toda la institución en estado de alerta por posibles incendios, tal como lo había hecho en 25 de mayo.
Durante una hora y a una distancia razonable y prudente, fuera del alcance de precisión de la artillería chilena, el Huáscar se situó a la cuadra de Antofagasta, tiempo en el cual se encuentra al habla con una barcaza Inglesa que se dirigía rumbo a Falmouth, Plymouth y Cork. Mientras tanto en tierra los artilleros chilenos ocuparon sus puestos y la población Antofagastina se agolpaba detrás de las peñas, en las playas y en los techos de las casas, para ser testigos del probable combate que se avecinaba.
A las 13.35 horas según los partes de la época el Huáscar ya se encontraba al interior de la bahía, en una exploración de carácter amenazante cuando la artillería del Abtao recibe las órdenes de su capitán Don Aureliano Sánchez, de abrir fuego a discreción, disparando sus tres cañones de (a) 150 libras en la misma línea sobre el Huáscar, a una distancia de 4,000 metros aproximadamente. El fuego del Abtao al Huáscar era con granadas de acero con carga de 30 libras de pólvora. Al mismo tiempo que hacía esta operación, el Abtao era remolcado con espías o cabos, ya que tenía sus calderas en reparación. Astutamente el Abtao se mimetiza en el fondeadero de los buques mercantes neutrales para evitar recibir la artillería del Huáscar. Algunos minutos después de la Abtao, no más de cinco según los partes militares, la Magallanes al mando de su Capitán Juan José Latorre, abrió un potente fuego que rápidamente fue acompañado por baterías de tierra, se había iniciado de esta manera, el segundo combate naval de Antofagasta.
El Comandante Miguel Grau al ver que la artillería recibida desde tierra no causaba mayores daños, recién a las 14:30 horas da órdenes de responder el fuego. Una vez que el Huáscar esta fuera del alcance de la batería del fuerte sur que era la que estaba más cerca de su ubicación. Sus primeros disparos son sobre el Abtao. Según el destacado periodista y cronista peruano don Julio Octavio Reyes y corresponsal del diario peruano La opinión Nacional, describe con claridad y gran entusiasmo la ubicación de la tripulación del Huáscar durante el combate de Antofagasta.
“El comandante, acompañado de su ayudante el teniente Diego Ferré, ocupa la torre, mientras que a su lado y en el puente, midiendo la distancia (con un micrómetro) se encuentra el teniente 2º Enrique Palacios. El aspirante Bruno Bueno sobre la cofa con la dotación de la ametralladora; en la batería de popa el teniente 2º Carlos de los Heros, con los aspirantes Tizón, Valle Riestra y Villavicencio; en la toldilla el comandante de la guarnición, sargento mayor José M. Ugarteche, el capitán de la misma Mariano Bustamante, el sargento Francisco Retes y otros. ¡Todos rivalizaban en valor y temeridad! En la torre estaban su jefe, el capitán de corbeta Elías Aguirre, tenientes Santillana, Canseco y Melitón Rodríguez, que servían las piezas de (a) 300 libras, y el capitán de fragata Melitón Carbajal, el teniente Garezón y el alférez Herrera, desempeñaban importantes faenas en las diversas secciones de la torre. En el servicio de la Santa Bárbara tomó parte activa el contador Juan Alfaro. En la Cámara de oficiales, el Cirujano Mayor Dr. Santiago Távara, el de 1ra. Clase Dr. Felipe Rotalde, y el practicante Dr. José Ignacio Canales, y el farmacéutico José Flores”.
En las baterías de costa, cerca de las 14:00 horas abre fuego el cañón de (a) 300 libras del fuerte bellavista que lamentablemente para las fuerzas chilenas se desmonta o pierde base al primer tiro. Sobre este incidente, el teniente coronel José Velásquez escribió en su parte: “…este se volcó con cureña y marcó a causa de haber fallado los topes; más con satisfacción digo a V.S. que, gracias a haber trabajado toda la noche a fin de volverlo a montar, este cañón está hoy en estado de servicio. Cien hombres del batallón Artillería Naval concurrieron a este trabajo”.
También existe una versión de este incidente, narrada por testigos ya en el siglo XX que lo cuentan de la siguiente manera: “Hemos llegado al fuerte Bellavista, en el preciso momento en que se apuntaba el único cañón de (a) 300 libras que teníamos. El General Erasmo Escala Arriagada quiere dirigir el disparo y se baja de su caballo. Patricio Lynch también estaba allí, y ruega que le den a él ese honor, y para acordarse de sus buenos tiempos, agregó. Está bien, respondió el General en Jefe, pero quiera Dios que el cañón no salte, porque ha desconocido a este nuevo sirviente. Sonreímos todos del presagio del General Erasmo Escala Arriagada, que lo había dicho con aquella natural bondad de su carácter que todos le conocieron. Lynch echa su gorra hacia atrás y el oficial jefe de la pieza dice, 3,500 metros; rectifica entonces el alza y se hace el disparo. La bala sale, pero el cañón se volteó con cureña y marcó, a causa de haber saltado los topes. Este incidente, que lo comentábamos después, nos impuso un triste silencio”.
De los dos buques chilenos, el que resultó con las mayores averías fue el la corbeta Abtao, según relata Don Benjamín Vicuña Mackenna, los cañones del Abtao tenían los siguientes oficiales a cargo: “Mandaba el cañón número 1° el teniente Don Leoncio Señoret, oficial valentísimo, a la par con su hermano Manuel, uno y otro hijos de marino y de francés en vientre de chilenas. El cañón número 2° estaba a las órdenes del joven teniente, Don Policarpo Toro, recientemente llegado de Europa y que ese día hacía alegremente su estreno; y El cañón número 3º a las de un esforzado mancebo, el teniente don Carlos Krug, que allí resultó herido. Los pechos de aquellos muchachos suplirán a la maquinaría rota e inerte de la vieja nave”.
Los primeros disparos del Huáscar fueron decididamente sobre el Abtao, sin acertarle. El cuarto tiro cayó en las canchas de metales de la Beneficiadora, donde golpeó el estéril y se enterró sin explotar. El quinto y sexto tiro cayeron sobre las rocas de la barra frente a la Compañía Salitrera. Del séptimo tiro no se tiene registro. El octavo y noveno tiro del Huáscar impactaron sobre el Abtao. Se puede calcular que estos fueron a las 14:50 y 14.52 horas.
El comandante del Abtao, el Capitán de Corbeta Aureliano Sánchez, escribió exhaustivamente los daños causados por el Huáscar en su parte oficial de la siguiente manera: “Una de las granadas penetró sobre el puente del comandante, donde me encontraba, y destrozó el piso, barandas de bronce y escalas, atravesando de la máquina de parte a parte, rompiendo la amura de babor en una extensión de seis metros, quebrando las bitas de fierro donde reventó, haciendo una explosión que produjo un incendio en la amurada, el que fue extinguido por las bombas, y por fin, hirió a siete individuos y mató a cinco, entre ellos al ingeniero 1º Juan Mary. La segunda granada penetró por el lado de estribor del palo mayor, atravesándolo de parte a parte, reventó haciendo explosión sobre la cubierta del combes a babor, destrozándole como un metro cuadrado e internándose en las carboneras de la máquina las rompió en dos partes. Sufrieron también averías por los cascos de las granadas el cuvichete de la máquina, puente del comandante, la canoa del comandante, chilleras de las balas y armerillos de los rifles. Esta granada mató a cuatro e hirió a cinco de gravedad, y al teniente 2º Carlos Krug levemente.
Doy a continuación los nombres de los muertos y heridos:
MUERTOS
Ingeniero 1º Juan Mary.
Capitán de alto Pedro Padilla.
Marinero 1º Antonio Villareal.
Fogonero 2º Samuel Barsena.
Id. Id. Augusto Espinosa.
Carbonero Ricardo Briones.
Grumete Manuel Hudson.
Id. Pedro N. Contreras.
Id. Juan de D. Arriagada.
HERIDOS GRAVES
Marinero 1º Francisco Palacios, pierna derecha.
Id. 2º Fidel Orellana, cráneo.
Id. 2º Agustin Baez, una pierna y una mano.
Fogonero 2º Belisero Abarca, en la cabeza.
Grumete Juan de D. Arias, pie derecho.
Soldado José Rojas Silva, brazo derecho.
Id. Manuel Escudero, en la cabeza.
HERIDOS LEVES Y CONTUSOS
Teniente 2º Carlos Krug.
Velero 2º Juan Boudron.
Marinero 2º José Manuel Guajardo.
Grumete Maximiliano Perez.
Corneta Manuel Gatica.
Concluiré haciendo presente a V.S. que el Ingeniero 1º don Juan Mary falleció al pie del cañón número 2, ofreciéndose voluntariamente a servirlo por no estar la máquina en movimiento.Este Ingeniero contaba con más de 25 años de servicios y durante el tiempo que sirvió en nuestros buques su conducta fue intachable, siendo muy constante en el trabajo. Este oficial deja familia en un estado lamentable y a una viuda con 16 hijos, la mayor parte pequeños”.
Otro testigo presencial, marino de la tripulación de La Magallanes, describe los daños a bordo del Abtao de la siguiente manera: “Entre los primeros cayó el ingeniero 1º del buque señor Mary. Bajaba del puente después de haber dado cuenta al comandante que el buque estaba bien, que no hacía agua, cuando un casco de granada le penetró por la mejilla, perforándole el cráneo. El teniente Krug, que cayó con el puente, está un poco mal.
El teniente P. Toro se preparaba para disparar con su cañón, cuando la segunda granada le llevó seis de los que servían, cayendo él también envuelto entre un montón de restos humanos, pero sin recibir el más leve daño. Escapada milagrosa que no la contará dos veces. Las averías en la parte material del buque no son gran cosa con un poco de voluntad y actividad: quedarán reparadas en pocos días. La Magallanes no recibió el más leve rasguño”.
Una de las muertes más sentidas fue la del ingeniero Juan Mary, que había llegado al país del sur en 1844, como tripulante de la fragata Chile, era natural de Egipto, estableciéndose en Valparaíso, donde quedaron su viuda e hijos.
Uno de los marinos de la tripulación de la Abtao fue decapitado por el cañón de su propio rifle, el cual él tenía colgado en su espalda diagonalmente, cuando una pieza del proyectil del Huáscar chocó con la boca del rifle.
Los fuegos por ambas partes se suspendieron a las 15:15 horas después que el Huáscar disparó los últimos tiros de esta potente y letal escaramuza. Según los partes oficiales chilenos, el fuego se suspendió por la gran distancia que mediaba entre ambos contendientes ya que el Huáscar se alejó a considerable distancia de la costa. Si bien el corresponsal peruano Julio Octavio Reyes suponía en algunos relatos que el fuego de los buques chilenos había cesado por que tenían serias averías o graves desgracias personales, si bien en parte esto era cierto, la capacidad de fuego los buques chilenos jamás la perdieron, por el contrario sirvientes para cada pieza de artillería se ofrecieron voluntariamente de distintas secciones del Abtao con arrojo y determinación.
El comandante Miguel Grau, al transcurrir aproximadamente una hora del primer enfrentamiento y aprovechando este pequeño cese de fuego o calma de hostilidades, decide acercarse a la bahía y buscar una mejor posición para ubicar su mortífera artillería en contra de los buques chilenos. A las 16: 15 horas aproximadamente y estando a unas 2.300 yardas (2.103 metros) las baterías de tierra abren fuego a discreción sobre el blindado peruano. Ahora el Huáscar debe enfrentar a la furiosa y certera defensa de costa de Antofagasta que dispara al unísono.
Un tiro del fuerte Bellavista, al mando del Teniente Coronel José Velásquez y que es uno al parecer de los últimos disparos, impactó de lleno en la cubierta del Huáscar. El parte oficial del Comandante Miguel Grau dice que fue una bomba de 300 libras, pero esto es imposible porque ese cañón se había desmontado al primer tiro; esa bomba debe ser del cañón de (a) 150 libras. Los daños causados los describe Grau de la siguiente manera: “… este proyectil atravesó la chimenea a cuatro pies de altura sobre la cubierta, rompiendo la cadena que sirve para izarla, y la brazola de babor del escotillón de las calderas; tocó después en la cubierta, estalló destruyendo esta y arrojando al agua una percha colgada allí. A consecuencia de la explosión desapareció el Teniente 2º don Carlos de los Heros que se encontraba en ese lugar, y fue herido por las astillas el marinero alumno de la Escuela de Condestables Alcides Gutiérrez. Al dar a US. Cuenta de la pérdida de este inteligente oficial, sintiéndome vivamente impresionado al recordar los méritos personales que lo adornaban y la celosa puntualidad que en todas las ocasiones del servicio, ha manifestado para cumplir con su deber, así como el valor y la serenidad que ha desplegado en las acciones de armas que ha tenido este buque en la presente campaña”.
Un tiro del fuerte Bellavista, al mando del Teniente Coronel José Velásquez y que es uno al parecer de los últimos disparos, impactó de lleno en la cubierta del Huáscar. El parte oficial del Comandante Miguel Grau dice que fue una bomba de 300 libras, pero esto es imposible porque ese cañón se había desmontado al primer tiro; esa bomba debe ser del cañón de (a) 150 libras. Los daños causados los describe Grau de la siguiente manera: “… este proyectil atravesó la chimenea a cuatro pies de altura sobre la cubierta, rompiendo la cadena que sirve para izarla, y la brazola de babor del escotillón de las calderas; tocó después en la cubierta, estalló destruyendo esta y arrojando al agua una percha colgada allí. A consecuencia de la explosión desapareció el Teniente 2º don Carlos de los Heros que se encontraba en ese lugar, y fue herido por las astillas el marinero alumno de la Escuela de Condestables Alcides Gutiérrez.
El corresponsal Don Julio Octavio Reyes relato al respecto del proyectil chileno que impactó en el Huáscar: “… Al estallar fue saludado por un Viva al Perú, pero ¡oh desgracia! Ese fatal proyectil vino a sembrar a bordo el duelo y la consternación. Al mismo tiempo que ese ruido atronador, se levanta una columna de blanco y amarillento humo y entre lenguas de fuego, se ve fragmentos de un cuerpo humano, pedazos de vestidos que saltan por el aire empapados en sangre y en fin, algo que aterra, confunde y espanta: era nuestro querido amigo, el bravo teniente 2º Carlos de los Heros…”. La misma explosión hirió también al marinero Alcides Gutiérrez.
Don julio Octavio Reyes también nos dice: “La muerte del teniente de los Heros produjo a bordo grande sensación, pues era muy querido, tanto de sus jefes como de sus compañeros y tripulantes, que lo respetaban mucho. De paso, el comandante Ugarteche escapó milagrosamente de la bomba que mató a de los Heros, pues se encontraba a corta distancia de él. Se arrió un bote y sólo pudo encontrarse su gorra, el escapulario del Corazón de Jesús que llevaba consigo, el taco de una de sus botas y fragmentos de su vestido. Otra escena terrible ofrecía al mismo tiempo la Cámara de Oficiales convertida en hospital de sangre. Los desgarradores quejidos del alumno de condestables Gutiérrez eran para partir el alma. Tenía cuatro o seis heridas en su cuerpo, ocasionadas por las astillas levantadas por la bomba. Los doctores Távara, Rotalde y Canales, estuvieron como siempre a la altura de su augusta misión. Lo atendieron con solícito empeño y merced a sus cuidados, salvará de sus heridas”.
El combate terminó a las 17:50 horas, con los fuertes de tierra y el Huáscar disparando los últimos tiros si bien el Huáscar permaneció un tiempo más en la costa a prudente distancia.
La Corbeta Abtao, principal protagonista del combate, y en cuya cubierta se vivieron escenas de heroísmo, muerte y deber patriótico, es la nave chilena que concentró la mayor parte de la artillería del Huáscar. Esta corbeta, fue comprada por Chile en 1866 con motivo de la guerra con España, según informes oficiales aparentemente nunca se le habían cambiado las calderas, pues su andar no era mayor a seis nudos. Su eslora era de 211 pies y 6 pulgadas, su desplazamiento de 1600 toneladas y estaba artillada con tres cañones Armstrong de 8 pulgadas de calibre y de (a) 150 libras, y 4 cañones de a 40 libras. La Corbeta Abtao disparó 42 tiros de (a) 150 libras, entre balas y granadas de acero.
La Cañonera Magallanes, comisionada desde 1873 por nuestro país, su eslora era de 200 pies, desplazaba 950 toneladas y su andar máximo era de 11,5 nudos. Estaba artillada con un Armstrong de 7 pulgadas de calibre y de (a) 115 libras, un cañón de (a) 64 libras y 2 de a 20 libras. La Cañonera Magallanes disparó: 7 granadas Palliser anti blindaje de (a) 115 libras, 12 granadas comunes de (a) 64 libras.
En Antofagasta también estaban anclados los transportes chilenos Paquete de Maule y Limarí, el primero anclado en la poza y el segundo, anclado entre los buques mercantes que alcanzaban un número de 14 vapores aproximadamente.
Las baterías de tierra de tierra dispararon: un tiro de (a) 300 libras, 38 tiros de (a) 150 libras y 7 tiros de la artillería de campaña Krupp.
En total fueron disparados aproximadamente 107 tiros.
El Huáscar durante el combate, realizó sólo 28 tiros, 26 con los cañones de a 300 libras y 2 con los dos cañones de a 40 libras del alcázar, en tres horas de combate efectivo. Esta buena capacidad de tiro promedio con los cañones de (a) 300, mas no su puntería, fue aproximadamente, un tiro por cada siete minutos, que se puede considerar excelente para los entendidos, dado el sistema mecánico complicado de la torre del monitor, y más aún cuando la artillería del Huáscar tenía que apuntar cinco blancos ubicados en distintas direcciones y distancias en el puerto de Antofagasta que además tenían gran capacidad y frecuencia de disparo.
El Huáscar estuvo en la ensenada de Antofagasta a distancia razonable y fuera del alcance de la artillería hasta las 22:00 horas, aparentemente haciendo reparaciones menores, cuando sus vigías avistaron un buque que se aproximaba rápidamente desde el sur, por lo que el comandante Miguel Grau Seminario da la orden de zarpar rápidamente al norte y evitar combate. Efectivamente el barco que se aproximaba era el blindado Chileno Blanco Encalada quien arriba a la bahía antofagastina cerca de las 23.30 horas.
Entonces, ese jueves 28 de agosto de 1879, durante varias horas, se había producido en Antofagasta uno de los más mortíferos combates navales y bombardeos costeros de la guerra del pacifico teniendo como escenario la bahía y la costa de la ciudad. Las fuerzas Chilenas tuvieron en el combate 9 muertos y 13 heridos, todos tripulantes del Abtao. Dos de los heridos fallecieron la misma noche del combate y el viernes se hizo una amputación a uno de los heridos, el cual se creía que de todas maneras moriría. El Huáscar sólo tuvo un muerto y un herido.
Al día siguiente del combate, el viernes 29 de agosto a las 09:00 horas, los heridos del Abtao pasaron al hospital militar a cargo de la ambulancia Santiago, mientras que los cadáveres pasaron a la ambulancia Valparaíso en bolsas a manera de bolas, porque estaban mutilados. El comandante Sánchez ofreció pagar de su bolsillo los cajones para el entierro de los muertos, pero la descomposición de los cadáveres no dio tiempo para hacer los cajones.
La ceremonia de sepultación de los héroes del Abtao, como se les empezó a llamar por los vecinos de Antofagasta, fue programada por el General Erasmo Escala, Jefe del Ejército del Norte, para las 15 horas. Pero por un error inexcusable o simplemente descoordinación, la sepultación se hizo a las 13:00 horas. Asistieron setenta hombres de cada regimiento apostado en la plaza, varios oficiales del ejército, la ambulancia Valparaíso, el General Manuel Baquedano y muchos particulares y vecinos de Antofagasta.
Lamentablemente los oficiales y marineros del Abtao llegaron a las 15:00 horas. a la ambulancia Valparaíso, lugar donde se desarrollaría la ceremonia, se dieron con la sorpresa y luego molestia de que sus compañeros ya habían sido trasladados al cementerios, así que luego fueron al cementerio a rendir honores.
El miércoles 3 de septiembre de 1879 a las 08:30 horas, se celebraron unas exequias fúnebres en la iglesia de Antofagasta por los héroes del Abtao con gran asistencia de los jefes militares del ejército norte y vecinos de la ciudad. Asistieron 25 hombres de cada regimiento y todos los oficiales y marineros del Abtao que esta vez fueron informados debidamente. También estuvieron presentes el General Erasmo Escala, el Secretario de Guerra Juan Francisco Vergara, el Capitán de fragata Don Carlos Condell, el Coronel Emilio Sotomayor Baeza, el jefe del regimiento Buin teniente coronel Luis J. Ortiz, el jefe del regimiento 2° de línea Eleuterio Ramírez, el jefe del regimiento 4° de línea coronel José Domingo Amunátegui y los jefes del Chacabuco, Zapadores, Bulnes, Valparaíso, regimiento Cazadores a caballo, señores Toro Herrera, Santa Cruz, Echevarría, Castro y Pedro Soto Aguilar respectivamente. La oración fúnebre estuvo a cargo del presbítero Fontecilla.
El sábado 27 de septiembre, en la iglesia de Santo Domingo en Lima, se efectuaron las horas fúnebres por la familia De los Heros. Había una caja mortuoria que simulaba tener los restos de Carlos de lo Heros y sobre esta, su retrato, su gorra de teniente 2º recogida del mar durante el combate, una corona de ciprés tejida y varias prendas y armas de marina. Don Miguel Grau había remitido a Juan de los Heros, un fragmento de la bomba que mató a su hijo.
Nota: (a) significar “aproximadamente”…Un aporte de un Viejo Soldado Chileno de Artillería (Don Carlos García Banda y un camarada de armas experto en artillería del siglo XIX).
Excelente relato de nuestra historia.
Gracias. Es importante este esfuerzo y se reconoce.