En 2001, Marilyn Manson se embarcó en una gira mundial titulada “Guns, God and Government”. No fue solo un espectáculo: fue una provocación. Un espejo de la sociedad estadounidense que cuestionaba cómo la fe, la violencia y el poder se entrelazan para dominar cuerpos y conciencias. Veinte años después, la frase resurge -aunque sin maquillaje ni guitarras distorsionadas, pero con costillas—, en el escenario político chileno. Y esta vez, los protagonistas no son rockstars, sino candidatos presidenciables con opciones de llegar a palacio.
La traducción es sencilla: Dios, armas y gobierno. Tres conceptos que, combinados, han dado forma a un tipo de política punitiva, mesiánica y con aura autoritaria, muy en boga en estos tiempos de incertidumbre. En Estados Unidos, esta tríada ha sido lema de campaña, consigna de protesta, y excusa para invadir países. En Chile, comienza a asomar en discursos, propuestas y hasta en redes sociales, con candidatos que no solo prometen orden y seguridad, sino también justicia divina y legítima defensa a punta de pistola.
En esta campaña, Evelyn Matthei ha abierto la puerta a la pena de muerte, un debate que parecía sepultado hace más de dos décadas. Recuerda con orgullo haber votado en contra de su abolición, y ahora, con un tono de resolución, afirma que “hay delitos que simplemente no merecen otra respuesta”. Matthei es la voz del Estado fuerte, del castigo ejemplar, pero sin ir tan lejos como para entregar armas a los civiles. En su lógica, el monopolio de la fuerza es sagrado y debe ejercerse desde arriba. Dios y Gobierno, unidos. El rifle, bien resguardado.
José Antonio Kast, por su parte, se presenta como el defensor de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, lo que le impide apoyar la pena de muerte. Pero no le tiembla el pulso al momento de exigir cadena perpetua real, una especie de “muerte en vida” para los criminales más peligrosos. Y a diferencia de Matthei, Kast sí cree en el derecho a portar armas, al menos para aquellos ciudadanos “responsables y capacitados”. La autodefensa como una extensión del poder estatal. Dios y Armas, en manos de los justos.
Y luego está Johannes Kaiser, el ex republicano, ahora nacional libertario que no se anda con matices: pena de muerte sí, y armas también. Kaiser es la versión local más pura del “God, Guns and Government”. Cree que el Estado debe castigar sin misericordia, que el ciudadano tiene derecho —y quizás deber— de defenderse armado, y que todo ello se justifica desde una visión casi religiosa del orden y la justicia. El Dios castigador, el arma liberadora, el gobierno implacable.
¿Estamos ante una importación ideológica al estilo estadounidense o es una reacción legítima ante el colapso de la seguridad Chilena? Lo cierto es que el discurso que une fe, fuerza y autoridad no solo es efectivo electoralmente, sino también emocionalmente poderoso. Promete redención a través del castigo, paz a través de la violencia justa, y control mediante el miedo. No podemos olvidar que esta narrativa, una vez instalada, es difícil de desmontar. Cuando la solución a todos los problemas es el fusil, la cruz y la cárcel, el debate democrático, argumentativo y hasta cientifico se convierte en una elección entre quién dispara primero.
En esta alegoría, el gobierno de Gabriel Boric juega otro papel: el de la omisión. Mientras los asesinatos nos golpean cada mañana en las noticias y la seguridad se convierte en prioridad social, el gobierno responde con diagnósticos tibios, tecnocracia y retórica posmoderna. Se posiciona fuera del escenario, sin cruz ni fusil. En el país del miedo, la inacción también es decisión.
Así, Boric representa el Gobierno que no gobierna, que cede el espacio para que otros impongan su relato. En este contexto, el silencio es cómplice del castigo, y la pasividad permite que las políticas del miedo ganen legitimidad.
Cuando Marilyn Manson cantaba, en su canción The Love Song, la frase “Do you love your guns, your God, your government?”, no era solo una provocación. Era una advertencia. Hoy, esa pregunta resuena en la presidencial chilena. Y todo indica que muchos responden con un sí cada vez más rotundo.
Hay versiones que circulan en distintos foros: Marilyn Manson podría visitar Chile el próximo 18 de noviembre, justo dos días después de la primera vuelta presidencial. Si eso ocurre, llegará a un país distinto. Un país que, mientras él canta en el escenario, podría estar decidiendo su destino entre la cruz, el rifle y la ley.
La pregunta ya fue hecha. El escenario está listo. Los actores, en posición. Y Chile, una vez más, deberá decidir si aplaude… o se baja del espectáculo.