En la primera década del siglo XX el Ancla del cerro que hoy constituye uno de los símbolos de Antofagasta estuvo apunto de desaparecer. Esto, porque ya desde fines del siglo XIX que las autoridades municipales de entonces no consideraban útil mantenerla, por lo que el dibujo original se iba desgastando progresivamente con el paso de los años.
Dibujada con cal en 1868 en la cumbre de uno de los cerros más prominentes de la comuna, la obra fue encargada por el entonces administrador de la empresa Ferrocarriles Antofagasta, Jorge Hicks, con el objetivo de indicar a los navíos la ubicación del incipiente puerto.
Dicha utilidad quedó obsoleta poco antes de la Guerra del Pacífico, ya que el vertiginoso crecimiento económico y urbanístico hizo que Antofagasta rápidamente apareciese en los mapas, y también fuese reconocida a la distancia por algunos de sus puertos y edificios que ya comenzaban a asomar.
Desgaste
Pasaron los años, vino el cambio de siglo y el Ancla del cerro pasó a ser una mera sobra blanquecina sin mucha importancia, la cual solo despertaba la nostalgia de los vecinos más antiguos de la comuna.
Uno de estos fue el reconocido investigador histórico de la ciudad Isaac Arce Ramírez, quien conociendo la importancia histórica del Ancla como primer “faro” del puerto, inició una campaña en 1907 para que el símbolo no desapareciera.
Esta campaña la cuenta el mismo en su libro “Narraciones Históricas de Antofagasta”, donde explica que “el que esto escribe, lamentando que por un imperdonable abandono se la dejara desaparecer, ya que tantos recuerdos evoca, insinuó por la prensa que las autoridades o alguien la restaurara; pero nuestra indicación cayó en el vacío. Acudimos entonces donde el señor Gobernador marítimo, insinuándole la idea ya expuesta, y fundando nuestra respetuosa petición en que, además, esa señal (el ancla) figuraba en las cartas de navegación, y que por ese doble motivo era necesario restaurarla. Este funcionario nos contestó que el gasto había que recabarlo del Supremo Gobierno y que creía difícil conseguirlo”.
Campaña
Siendo un episodio ocurrido en 1907 lo que narra Arce, llama la atención cómo la desidia de las entonces autoridades no dicta diferencia a las que han tenido otras generaciones en otros tiempos.
Con la mayoría de las voluntades desinteresadas, el voluntarioso historiador decidió coger al “toro por las astas” y el mismo explica en sus narraciones que comenzó por su propia cuenta una campaña para salvaguardar el agónico símbolo.
“No desmayamos por esto, y entonces recurrimos al arbitrio mas corto y mas eficaz; hicimos una colecta. Para el efecto, aprovechamos la ocasión más propicia, y entre un grupo de caballeros de buena voluntad reunimos en pocos momentos la cantidad que creímos suficiente para el objeto que nos proponíamos. La obra se llevó a cabo en seguida”, escribió el ilustre antofagastino en su mencionada obra.
Años más tarde -continúa Arce-, en 1921 la municipalidad habría contraído el compromiso de blanquear el ancla todos los años y velar por su mantenimiento.
En 1953 en Ancla pasó a formar parte de los distintivos culturales de Antofagasta al ser replicada como premio para sus hijos ilustres, y en 1956 fue inmortalizada en concreto y fierro, siendo esta la base estructural que conocemos hoy. Lamentablemente de todo esto no se enteró su principal salvador Isaac Arce, pues falleció en 1951.
Excelente nota….
Excelente aporte a la memoria regional
Tengo entendido q un grupo de carabineros subieron con los materiales hasta el cerro
Siendo uno de de ellos uno de apellido Navarro
Padre de un amigo diablo rojo