La noche del miércoles pasado tuve la primera información de que Karen Rojo Venegas, la exalcaldesa de Antofagasta, había huido del país. Pocas horas antes habíamos comentado lo resuelto por la Corte Suprema con algunas amistades, a quienes manifesté algunas inquietudes respecto al futuro inmediato. Una era precisamente que la exseremi eludiera la condena escapando del país y la otra era algo más terrible, que atentara contra su propia integridad.
Quienes conocen a Karen Rojo, en sus luces y sombras, saben que hablamos de una personalidad compleja. A ratos incansable, también testaruda, con objetivos grandes, pese a sus inconscientes limitaciones, pero por sobre todo inmadura y dispuesta a torcer la realidad si con eso logra salirse con la suya.
Rojo puede ser un epítome del mundo de hoy: individualismo puro y duro, incapacidad para someterse a las reglas más básicas de la convivencia social y un afán por conseguir popularidad a toda costa. Las últimas imágenes y vídeos que regaló en sus RRSS la retratan de cuerpo entero: más cerca de la farándula y el show adolescente que del aporte esperado para alguien que vistió un cargo de autoridad.
Ella prefirió habitar una corte de aduladores y quiso convertirse en una princesa, pero rodeándose de asesores de poca monta, tragasables, estilistas, sapos, cuatreros, rufianes y otros tantos que la seguían apenas porque su propia subsistencia estaba en juego. Ese era el pequeño mundo de una alcaldesa con sueños de ser senadora y, por qué no, presidenta.
A riesgo de caer mal, los casi ocho años de KR fueron una total pérdida de tiempo para esta ciudad. No hubo proyectos relevantes y los que se concretaron respondieron a otras esferas. Incluso el Municipio puso trabas que solo entorpecieron su ejecución: Así por ejemplo, Chaqueta Blanca esperó por años entrar en operaciones; el Muelle Histórico, no quiso ser administrado (y hoy se deteriora lentamente); el Parque Brasil fue aportado por la familia Luksic, la Playa La Chimba fue dispuesta por Escondida BHP y así suma y sigue.De los sótanos del Municipio el legado fue puro retroceso, vacío, polémicas y muchos, pero muchos contratos directos con bancos y empresas de servicio que empañaron lo que es el servicio público de una mayoría honesta. Mientras tanto, Rojo se vestía de militar, huasa, deportista, médico o modelo de pasarela.
Rojo Venegas ya no está en Chile, no sabemos si continúa en los Países Bajos y ese acto la retrata por completo: siendo incapaz de asumir su error, negando su responsabilidad y enlodando a toda su familia, padres y hermanas que deberán masticar en silencio la vergüenza de un acto tan insólito como temerario y estúpido.
Es cierto, la vara sufrida fue dura, lo que creo se explica con la demanda que pesa sobre la Justicia desde el 18 de octubre de 2019: que los castigos sean los mismos para todos y todas y no solo para los menos privilegiados.
Este caso, junto al del exsenador Jaime Orpis, quizás nos muestren ese nuevo derrotero que debiera mantenerse en adelante, porque mal que mal, se trata de autoridades, llamadas a mantener un estándar ético que debe sobrepasar las exigencias regulatorias. Ellos y ella son modelos a seguir.
Para el final quedarán preguntas que probablemente comiencen a indagarse. Cómo pagó ese oneroso departamento en el sector sur, cuando apenas llegaba al cargo de alcaldesa, de qué vivió durante este tiempo, cómo pagó las representaciones de abogados y cómo sobrevivirá este tiempo huyendo de la Justicia.
Ni siquiera ella lo sabe.
