“Pese a su vocación extractivista, Antofagasta siempre tuvo la legítima aspiración de proyectarse más allá de un campamento minero, y los teatros, entre otras cosas, son un ejemplo de aquello”, comenta el actor y director, Alberto Olguín Durán, quien acaba de lanzar su segundo libro, dedicado precisamente a reconstruir la historia de estos salones.
Los Teatros Olvidados, se denomina el texto, que aborda el periodo 1871 a 1930, época en que la ciudad llegó a tener 30 teatros de distinto tipo, algunos lujosos y otros bastante modestos, que eran frecuentados por personas de todas las clases sociales.
El director de la carrera de Artes Escénicas de la Universidad de Antofagasta dedicó los últimos cuatros años a esta investigación, dando origen así a un texto de 250 páginas, que viene a convertirse en el más completo trabajo de rescate patrimonial en su área.
El libro de Alberto Olguín muestra que el teatro tuvo un acelerado desarrollo Antofagasta. El primero surgió en 1871, en el lugar donde actualmente se encuentra el cuartel de bomberos de calle Sucre, y duró casi 20 años, hasta que un incendio ocurrido durante el ensayo de una obra lo destruyó por completo.
“Cuando la gente se quedó sin ese lugar, comenzaron a surgir otros espacios que se gestan con la intención ser teatros. Así nos encontramos con distintos tipos de salones, de estilo neoclásico, tradicional a la italiana con butacas, además de galpones y carpas que se llamaban pabellones”, precisa.
De acuerdo a la investigación, entre 1871 y 1930 la ciudad tuvo 30 teatros, pero simultáneamente funcionaron hasta ocho, lo que para el autor, es una cifra muy impresionante, considerando que la ciudad en esos años apenas tenía 50 mil habitantes.
“Estaba el teatro de la Sociedad de Socorros Mutuos, que funcionó a la vuelta del teatro Pedro de la Barra y hasta hace muy poco permanecía. El de la Federación Obrera, que era el teatro del Partido Comunista. También el teatro Popular, el Teatro Bellavista. Cada uno con su espectáculo singular, en un comienzo muy de comedia, después obras patrióticas por la influencia de la Guerra del Pacífico y luego se convirtieron en un espacio bastante popular, donde se hablaba de problemas que tenían que ver con los ciudadanos”, relata.
Canal de Panamá
Un factor que influyó en la apertura de teatros es que en aquella época aún no estaba abierto el Canal de Panamá y, por ende, quienes viajaban desde Buenos Aires a Lima debían realizar escalas obligatorias en Valparaíso y Antofagasta. Esto hizo que muchas compañías, directores y empresarios teatrales de distintos países comenzaran a pasar por la ciudad y a presentar sus show, que la mayoría de las veces resultaban muy exitosos.
Posteriormente, cuando el canal se abrió, en 1914, la ciudad ya tenía el prestigio de ser una excelente plaza para este tipo de entretenciones. “Es increíble, pero en Antofagasta no era muy extraño que el mismo día que actuaba Rosita Carrera, estuviera Margarita Xirgu en otro teatro. Es como que hoy hubiese actuado Julia Roberts y Billie Eilish en distintos salones a la misma hora”, indica el académico de la UA.
Olguín describe que en aquellos años el teatro se concebía como un espacio público, aunque fuera privado, donde se desarrollaban todo tipo de actividades.
“La gente iba a presenciar boxeo, o a ver una opereta, o incluso a discutir con un político de turno en una asamblea. Además, vibraban con el teatro, imagínate que cuando llegaban artistas de renombre, los iban a buscar al puerto y los traían en andas a la ciudad”, precisa.
Comienza el declive
La investigación de Alberto Olguín tiene corte en 1930, momento en que el cine, que había llegado a la ciudad tímidamente en 1905, desplaza a los espectáculos en vivo.
Para Alberto Olguín, el gran aprendizaje que deja su investigación es que cuando creemos que un teatro es sólo un lugar para presentación de espectáculos artísticos, estamos muy equivocados. “El habitante encontró en este espacio algo mucho más importante que un lugar para matar el tiempo. La mujer y el hombre de la naciente Antofagasta encontró en los edificios teatrales un refugio, un espacio simbólico, desde todo punto de vista; geográfico, social y cívico”, relata el autor.
Por desgracia, prosigue el autor, de los 30 teatros que se nombran en el texto, ninguno perdura físicamente hoy, lo que constituye una tremenda pérdida para la memoria cultural de la ciudad.
“Este libro termina explicando que una ciudad no se puede construir con la memoria cultural que se basa exclusivamente en la tradición oral. Es una construcción que necesita rastros físicos vivos y nosotros, lamentablemente, los perdimos todos”, recalca.
Los Teatros Olvidados fue financiado con el FNDR 2% Cultura y es la segunda obra de Alberto Olguín. Cuenta con una versión digital y en audio está disponible en www.misterix.cl
[…] Entre 1871 y 1930 la ciudad tuvo 30 de estos salones y era visitada por importantes artistas de esa época, relata Alberto Olguín Durán, académico de la UA y autor del texto. […]