En los últimos años, la melatonina ha ganado popularidad como una solución rápida y natural para mejorar el sueño. Se vende sin receta en farmacias y supermercados, lo que ha hecho que muchas personas la consideren una alternativa segura para combatir el insomnio. Sin embargo, antes de sumarse a esta tendencia, es importante entender qué es realmente la melatonina, cómo funciona en el organismo y si su uso está respaldado por la ciencia o es solo una moda pasajera impulsada por el mercado.
La melatonina es una hormona que el cuerpo produce de manera natural en la glándula pineal, ubicada en el cerebro. Su función principal es regular el reloj biológico interno, ayudando a que el organismo sepa cuándo es momento de dormir y cuándo despertar. Su producción aumenta cuando oscurece, lo que genera una sensación de somnolencia que nos prepara para el descanso. Por el contrario, cuando hay luz –especialmente luz artificial de pantallas y dispositivos electrónicos– su producción se reduce, lo que puede dificultar la conciliación del sueño.
Aunque el cuerpo regula este proceso de forma automática, diversos factores pueden alterar la producción natural de melatonina. El estrés, el uso excesivo de pantallas antes de dormir, los turnos de trabajo nocturno y los viajes que implican cambios de horario (jet lag) pueden desajustar el ritmo circadiano, generando dificultades para dormir. Es en estos casos donde los suplementos de melatonina pueden jugar un papel importante.
La melatonina no es un sedante ni un somnífero convencional. No induce el sueño de manera inmediata ni garantiza un descanso profundo en todos los casos. Lo que hace es ayudar al cuerpo a ajustar su reloj interno cuando este se encuentra desregulado.
Estudios científicos han demostrado que su consumo puede ser útil en situaciones específicas, como en personas que trabajan en turnos rotativos, quienes tienen problemas para adaptarse a nuevos husos horarios o quienes presentan trastornos del sueño relacionados con el ritmo circadiano. En estos casos, la melatonina puede facilitar la conciliación del sueño y mejorar su calidad.
Sin embargo, su efectividad varía de persona a persona. Mientras algunos notan mejoras en su descanso, otros no experimentan cambios significativos. Además, la dosis es un factor clave: los suplementos comerciales suelen contener cantidades de melatonina mucho mayores a las que el cuerpo realmente necesita. Un exceso de esta hormona puede generar el efecto contrario al deseado, causando somnolencia diurna y alteraciones en el ciclo vigilia-sueño.
Si bien la melatonina es considerada segura en dosis adecuadas y su uso ocasional no suele representar riesgos graves, no está exenta de efectos secundarios. Algunas personas pueden experimentar somnolencia durante el día, mareos, dolor de cabeza o incluso alteraciones en el estado de ánimo.
Otro aspecto importante es que la melatonina puede interactuar con ciertos medicamentos, como anticoagulantes, antidepresivos y tratamientos para la presión arterial. Por esta razón, antes de comenzar a tomarla, es recomendable consultar con un médico o farmacéutico, especialmente si se tienen condiciones de salud preexistentes o se está tomando otro tipo de medicación.
El creciente consumo de melatonina refleja la búsqueda constante de soluciones rápidas para mejorar el descanso. Sin embargo, más allá de cualquier suplemento, la clave para un sueño reparador sigue estando en los hábitos de cada persona.
Antes de recurrir a la melatonina, es fundamental revisar otros factores que pueden estar afectando la calidad del sueño. Mantener horarios regulares, reducir la exposición a pantallas una o dos horas antes de dormir, evitar el consumo excesivo de cafeína y crear un ambiente adecuado para el descanso (con poca luz y sin ruidos) son medidas esenciales para mejorar el sueño de manera natural y sostenible.