A sus 60 años, Marlenis Lugo tuvo que vender todas sus pertenencias y cerrar su casa en Caracas, Venezuela, para dejar su tierra y trasladarse a Chile. La situación económica es tan crítica que a pesar de que ahora hay más productos disponibles en el mercado, el sueldo de un mes apenas alcanza para comprar un kilo de queso. Antes de llegar al terminal de buses de Antofagasta, donde espera el resultado del examen PCR para seguir hasta la Región Metropolitana, atravesó cinco países junto a toda su familia, un grupo compuesto por ocho adultos y sus nietos, Anabela de cinco años y Cristóbal de ocho.
Ambos menores tuvieron que soportar el frío y tramos de caminata en las fronteras, aseguró Lugo, quien relató que durante todo ese trayecto era común ver a más venezolanos emigrando junto a niños. Y es que según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el 30% de quienes están ingresando a territorio nacional son niños, niñas y adolescentes, en un flujo migratorio que, en palabras de Víctor Flores, encargado de la OIM para la macrozona norte, representa la segunda mayor crisis de movilidad humana en el mundo detrás de Siria.
Colchane, comuna fronteriza con Bolivia y el terminal de buses de Antofagasta, son puntos clave en este proceso migratorio y por eso la OIM diariamente entrega raciones de alimentos para los venezolanos que en su mayoría se dirigen a la zona central para reunirse con algún familiar o contactar con algunos conocidos.
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Marlenis Lugo y toda su familia estuvieron la semana pasada en el terminal Oviedo Cavada, en el sector centro norte de Antofagasta. Al igual que cientos de sus compatriotas en los últimos meses, la estación de buses es una parada obligatoria para continuar su viaje, ahí deben realizarse el examen para detectar el covid y mientras esperan el resultado, muchos duermen en el terminal para ahorrar dinero y los que pueden, pasan la noche en algún hostal.
“Durante el trayecto toca ver a muchos grupos que se mueven con niños, ellos son los que más sufren y por eso esperamos tener una mejor vida en Chile. No se puede traer nada de alimentación de Venezuela por los precios y en el camino compramos pan y lo rellenamos con queso o cualquier cosa, compramos alguna Coca Cola o café”, detalló, agradeciendo toda la ayuda que han recibido desde que entraron al país.
El camino que recorrió junto a sus nietos incluyó la salida de Caracas, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Destacó el buen trato que han recibido en Chile y lo compara con los otros países donde estuvieron, “nos veían como si fuéramos extraterrestres”.
Detalló que la situación está demasiado compleja en Venezuela, con complicaciones para conseguir alimento, agua, para transportarse, “todo es difícil, hay que hacer filas enormas para comprar y el dinero no alcanza para nada. Uno piensa más en los niños, porque es muy triste ver que no podemos dar lo que necesitan o si enferman, porque lo que es medicina y hospitales está muy difícil”.
La decisión de emigrar la tomaron como familia. Cuando estuvieron de acuerdo vendieron todo. “Las casas quedaron cerradas. Tenemos unos conocidos en Chile que nos brindaron apoyo y por eso estamos acá, vamos a Santiago. Venezuela es un país extraordinario, nunca imaginé que iba salir de él y menos en estas condiciones. Era el país más rico y había muchísimos inmigrantes, peruanos, españoles, chilenos, incluso allá en la Avenida Urdaneta (Caracas) existe el restorán Empanadas Chilenas”, recordó Lugo.
Reunificación familiar
Landys Adames (44) trabajaba en el comercio en Venezuela y en el 2017, cuando inició un fuerte flujo de personas que abandonaba el país por escasez de comida y el acaparamiento, viajó hasta Ecuador. Sin embargo, meses después junto a un familiar y dos compañeros, vieron a Chile como una mejor opción y se instaló en la Región Metropolitana. Más tarde volvió a su tierra para casarse y su esposa, Reina Brito, quedó embarazada, pero tuvo que regresar. A principios de este año habló con ella para que aceptara venir hasta Chile.
Ella salió el miércoles pasado de Ecuador junto a su hijo de 11 meses. En Pisiga (frontera con Bolivia) tuvo que caminar de noche con una temperatura de siete grados, tenía dolores en el pecho, no vestía ropa adecuada para el frío, el lactante tenía los labios morados, pero “siempre con una sonrisa, todo fue muy duro. Por suerte, en el camino, como tantos venezolanos han relatado, encontró a dos amigos y ellos pudieron ayudarla con su maleta”. La joven de 23 años declaró que el camino se ven demasiados grupos con hasta cinco niños, los que van descansando en algunas ciudades y cuando no tienen alojamiento disponible, “les toca dormir en la calle, así como están aquí (indicando a la gente que pernocta en el terminal) para después seguir viajando”, sostuvo Reina Brito.
Atravesó Colchane el lunes pasado en la noche y su hijo estaba cumpliendo 11 meses en ese momento, la temperatura era de unos siete grados. “¿Sabe lo que es cruzar una frontera en esas condiciones? El niño tenía los labios morados, casi no podía caminar, tenía el pecho apretado”, expuso la joven. La reunificación familiar ocurrió en Iquique y la semana pasada estaban en el terminal de buses de Antofagasta esperando el resultado del examen PCR y conseguir pasajes que estaban agotados por las Fiestas Patrias. “Estamos viendo cómo nos vamos porque no podemos seguir durmiendo en el terminal, pero estamos más tranquilos ahora con la familia completa. Queremos disfrutar la cultura de ustedes, las Fiestas Patrias, era mi anhelo que mi esposa viera cómo viven esta fiesta, pero nos encontramos en esta situación”, contó Adames.
“Podemos ser un aporte»
Aunque la mala situación económica no era nueva, el día que recibió su sueldo y no pudo comprar toallas sanitarias para su esposa, fue el momento en que Daxis Landaeta no pudo soportar más el estado en el que se vive en Venezuela. Dejó el país con un grupo familiar en el que está su esposa, su hija y su pareja, su hijo de 13 años y en todo este proceso nació su nieto Iam, quien tiene tres meses. Tiene estudios de nivel técnico y en su familia algunos son ingenieros en petróleo, por eso destacó que “podemos ser un aporte, muchos de nosotros tienen preparación y están emigrando a diferentes países”.
Tras emigrar, primero se establecieron en Perú. Allí estuvieron algunos meses trabajando, pero rápidamente notaron que el dinero no les alcanzaba más que para subsistir y no tenían capacidad de ahorro para el momento en que pudieran retornar. Así que resolvieron trasladarse Chile y pretendían hacerlo mucho antes, pero en Perú nació Iam, su nieto de tres meses. El parto se adelantó y eso los obligó a quedarse más tiempo y esperar que el lactante creciera un poco para soportar el trayecto. Ya con el recién nacido tuvieron que planificar de forma más delicada su traslado, reuniendo alimentos y artículos necesarios para cruzar la frontera. “Pasamos frío, fue muy complicado, pero los niños tienen capacidad para soportar las cosas de mejor forma”, señaló.
Landaeta destaca que Chile es un país ordenado a diferencia de Bolivia, donde los policías en ocasiones los detenían y les solicitaban “algo de dinero”. Esto complicó su viaje, ya que los recursos que disponían alcanzaban para comer y pagar algunos pasajes hasta Santiago una vez que llegaran a territorio nacional. Lo más importante de todo lo que han vivido, es que al estar acá tiene la posibilidad de darle una mejor vida a su hijo y su nieto.
“Los venezolanos tenemos la costumbre de que, cuando pasa el tiempo, nos reímos de las cosas malas que ocurrieron. En el futuro vamos a contarle a mi nieto todo lo que tuvimos que pasar cuando dejamos Venezuela, que nació en Perú y luego cruzamos caminando hacia Chile”, comentó.
Excelente artículo, gracias por visualizar esta la parte de la migración que no se ve, y sin dudarlo los niños y adolescentes llegan a ser los más vulnerables en todo este proceso migratorio.