Es indudable que la ciudad de Antofagasta está contaminada y probablemente el puerto no sea la única fuente contaminante y de eso deben hacerse cargo las autoridades.
Sin embargo este galpón que se ha levantado en el Puerto de Antofagasta y que se ha transformado en el ícono de la lucha contra la contaminación, más bien por la forma en que se ha llevado a cabo el proceso de aprobación de éste y muchos otros proyectos contaminantes anteriores, de espaldas a la ciudadanía, como quien dice “aprovechándose” de las falencias de nuestro sistema de evaluación ambiental.
Si bien es cierto la estructura salvo “estéticamente” no contamina, pero ningún caso el galpón y todo este proyecto viene a ser la solución a la contaminación que se produce en el puerto, ni nunca se pensó o se diseñó con ese propósito, ya que le suma cerca de 700.000 toneladas extra de concentrado al año, a las cerca de 600.000 toneladas de concentrado de cobre que hoy circulan por el Puerto y la ciudad de Antofagasta.
Sin duda alguna estos embarques de concentrados no son inocuos y por eso tantas medidas de seguridad, por lo tanto estos nuevos embarques agregan un “riesgo extra” a los habitantes de la ciudad de Antofagasta; y aún cuando todos los impulsores de este nuevo proyecto y su cambio de un mineroducto por Mejillones para sacarlo ahora por la ciudad de Antofagasta, con el fin de reducir costos, aseguren que se hará con las “mejores e insuperables” medidas de seguridad, pero que el negocio permite, será operada por los mismos humanos que hoy contaminan a pesar de los que dice Gastón Bastías, que lleva varios años alejado de Antofagasta y no ha estado durante «todos» los embarques y especialmente desembarques que a vista y paciencia de muchos, que vemos como contaminan una enormidad, principalmente por la falta de prolijidad en el manejo de las palas o cucharas que extraen el material de los buques cargueros y luego cargan los camiones tolva, dejando caer el material en un embudo que dirige estos concentrados hacia los camiones.
Todo esto al aire libre y sin ninguna precaución, ni siquiera de las condiciones ambientales. Personalmente he observado cómo se levanta una columna de polvo tóxico de varios metros de altura y que luego es desplazada hacia la ciudad por el viento.
Obviamente todo estos procesos se realizan muy entrada la noche y casi en la madrugada, por lo cual difícilmente puede ser fiscalizado por nadie… Salvo por algunos vídeos aficionados, que obran en nuestro poder.
Entonces, si quien contamina nuestra ciudad desde hace años no tiene conciencia, ni es capaz de reconocer el mal que provoca… ¿Podemos dejar que se vuelvan a instalar con la promesa de que ahora lo harán mejor? ¿Y Sin ningún resguardo, ni precaución, ni de controles ciudadanos efectivos, con monitoreo permanente, con posibilidades de inspecciones y tomas de muestras en cualquier momento, dentro y fuera del puerto, sin aviso previo?
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