Mientras los comisarios internacionales se encargan del desarme químico de Siria, la guerra civil continúa asolando el país. En esta ocasión siete empleados de Cruz Roja Internacional han sido secuestrados por miembros armados de la milicia rebelde armados y no identificados, mientras repartían material médico de emergencia en el noroeste del país.
El secuestro pone de manifiesto lo complejo de la labor de los organismos internacionales en zonas controladas por los opositores sirios, que en los pasados meses han quedado extremadamente fragmentados, debido al refuerzo entre sus rangos de grupos armados yihadistas integrados en su gran mayoría por extranjeros.
No es el único secuestro que se ha registrado durante esta guerra. Periodistas, religosos cristianos y cascos azules de la ONU también se encuentran retenidos contra su voluntad, aunque alguno fueron puestos en libertad días después de su captura.
El secuestro de los empleados de Cruz Roja es también un factor a tener en cuenta para los inspectores de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), que tras realizar un inventario de los arsenales de armas químicas del régimen sirio deberán proceder a su destrucción, algo que implicará negociar diversos alto el fuego con las milicias rebeldes para entrar en o atravesar zonas controladas por ellas.
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