El superintendente nacional de Educación, Cristian O’Ryan, manifestó que la repartición que dirige ingresó una denuncia de oficio al conocer el registro audiovisual de una pelea entre estudiantes de Antofagasta, imágenes en las que además se observa la presencia de una pistola y un cuchillo. Con esta acción entrega un plazo de cinco días para que los establecimientos informen si activaron los protocolos que contemplan los reglamentos internos para evitar este tipo de hechos.
El video difundido ayer muestra un grupo alumnos en una plazoleta cercana al Liceo Industrial, donde dos alumnos peleaban, momento en que un tercer involucrado que no vestía ningún uniforme, sacó una pistola para golpear a uno de los menores. En ese momento, otro escolar saca un cuchillo desde su pantalón y segundos después la grabación se interrumpe.
Cristian O’Ryan explicó que “con respecto a la viralización de imágenes en redes sociales por evidentes maltratos y agresiones entre estudiantes de tres establecimientos de la Región de Antofagasta, ingresamos denuncia de oficio para que los sostenedores, en un plazo de cinco días hábiles, nos entreguen los antecedentes para investigar los hechos con el fin de determinar si se activaron los protocolos de acuerdo con los reglamentos internos”.
El superintendente afirmó que estos hechos son graves y preocupantes, y que por eso urge que los establecimientos en conjunto con las comunidades actúen para evitar este tipo situaciones.
“Hay que destacar que no son solo los colegios los responsables de la promoción del buen trato, sino que las familias cumplen un rol fundamental en la educación de sus hijos e hijas. Hacemos un llamado también a los testigos, quienes son clave para detener a tiempo el maltrato y evitar agresiones tan violentas como las difundidas en redes sociales. Para actuar a tiempo y prevenir situaciones más graves, reiteramos a los establecimientos que deben actualizar sus reglamentos internos y protocolos de actuación para que sean conocidos por toda la comunidad educativa”, declaró O’Ryan.
Lo sucedido se suma a un caso de maltrato en la Escuela La Bandera denunciado incluso en el Concejo Municipal. Camila Castro aseguró que su hijo de siete años ha recibido golpes de un compañero desde el primer día de clases. Tras exponer el caso en el establecimiento, relató que luego fue una tía del menor fue retirarlo a la escuela y encontró al niño llorando porque su compañero lo tomó de los brazos mientras otro lo golpeaba en el rostro. “No conforme con eso luego lo toman entre los dos de los brazos y le dicen que lo van a llevar al tercer piso para tirarlo desde ahí. Mi hijo con sus propias palabras, un niño de siete años dice que él tuvo que correr porque no quería morir”, contó.
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“La gestión de las emociones no es apropiada»
Milenko del Valle, doctor en Psicología de la Universidad de Antofagasta, detalló que el bullying o el ciberacoso va en incrementándose y aquello es propio de cómo se desarrollan ciertos aspectos de la sociedad y su representación la vemos en la presencialidad, donde es posible que situaciones que se dieron en las pantallas se trasladaran a los colegios.
“El bullying, el ciberacoso y la violencia que se encuentra en las redes está asociado a temas de frustración, problemas familiares que los niños o los adolescentes pueden experimentar. Ahora debemos agregar un componente importante, los altos niveles de estrés, ansiedad después de dos años de pandemia y tiempos de confinamiento e incluso con lo que está pasando en el este de Europa. Esto también ha significado que en las familias existan altos niveles de estrés y la gestión de las emociones no está siendo apropiada y eso lleva a que los adolescentes, niños y niñas no sepan cómo expresar y terminan recurriendo al bullying o la violencia”, dijo.
El doctor en Psicología precisó que el bullying es todo tipo de acoso y agresión ya sea simbólica, indirecta, gestual, física, emocional o psicológica. Lo peligroso es que termina normalizándose en y eso es un tema que debe llamar la atención, porque se entiende que los escolares están en un proceso de desarrollo, que con el crecimiento no se identifican con el otro y que la expresión que tienen es probablemente a través de agresiones verbales o físicas.
“En el fondo hay una falta de reconocimiento a las emociones, la manera de expresarlas, que es un proceso delicado que está asociado a una parte de nuestro cerebro, no se ha sabido canalizar. Y ahora nos encontramos con un desborde de estos temas y ahí está la importancia de educar la gestión de las emociones. Los adultos terminan siendo una referencia absoluta, existe el aprendizaje vicario a través del modelaje que son los adultos, la televisión. Cuando estás sometido a constante interacción con violencia en la televisión, en juegos o la familia, terminas replicando esa conducta”, advirtió.
En estos casos se requiere un trabajo sistemático con los involucrados, sugirió. Esto, ya que es posible que la persona agredida no se percibiera lo que estaba viviendo y eso tiene que ver con factores a reconocer, como que los niños o niñas no quieran ir al colegio, que tengan cambios en la conducta alimenticia, que muestren demasiado enfado, irritabilidad o un mal dormir. Los cambios pueden dar indicadores y eso también aplica para la gente que agrede, porque también experimenta modificaciones en su conducta, apuntó.
“Hay que tratar de que entren en el concepto de vivir en sociedad, que entiendan lo que significa agredir al otro, trabajar la empatía, entender el daño y que quien es agredido comprenda que hay derechos que no pueden vulnerarse y esto es algo que a veces ni los adultos manejamos”, dijo del Valle.
A este segmento de la población, que está en un proceso de desarrollo, hay que psicoeducarla y en los casos más extremos se requiere un trabajo clínico para buscar las causas de por qué alguien está agrediendo o por qué permite que lo agredan. Las causas, en ocasiones, se asocian a factores más profundos relacionados con temas psicológicos.
“Este trabajo es una responsabilidad compartida, los padres constantemente tienen que estar pendiente de lo que ocurre con los hábitos y conductas. Cualquier cambio se debe a una consecuencia, la que puede ser por procesos normales del desarrollo natural, pero otros pueden explicarse por un periodo que es necesario determinar. Por otro lado, los establecimientos tienen que estar atento a estos mismos cambios y en este sentido, esa responsabilidad está asociada a niños que tal vez no quieren delatar y a ellos hay que enseñarles, psicoeducarlos sobre la importancia de la salud mental. Parte de esto es reconocer cuando alguien me hace daño y lo fundamental que es denunciar, porque lo contrario puede generar traumas y en los casos más extremos, quienes guardan silencio durante mucho tiempo terminan escalando a niveles que posteriormente se lamentan. No todos los casos llegan a la clínica para tratamientos de largo plazo, a veces con la denuncia se corta el flujo que en ocasiones llega a casos extremos”, señaló.
Reeducar y sanciones formativas
Lilian Moris, encarga de Convivencia Escolar en la Corporación Municipal de Desarrollo Social (CMDS), precisó que cuentan con protocolos transversales para todas las unidades educativas y que son elaborados por la CMDS. Junto con esto, cada unidad posee un reglamento interno que contiene los deberes y derechos de quienes trabajan en el establecimiento, de los padres y los alumnos. Ahí también está lo relacionado con la conducta y puntualizan las indicaciones de faltas, faltas leves, graves, gravísimas y las sanciones.
“Ahora apuntamos a las sanciones formativas. Con el retorno a clases tenemos niños que llegaron con poco control de la ira. Por ejemplo, se levanta un alumno de su escritorio y pasa a llevar a otro y se enojan. Lo que tratamos de hacer es primero no suspender a nadie por una reacción así, porque todos sabemos que después de dos años en casa estuvieron en una manera más libre que en un establecimiento. Debemos reeducarlos y la sanción formativa consiste en que alguien del equipo de convivencia realice un seguimiento del niño, se conversa y entregan herramientas para el control de la ira. Tal vez está frustrado por lo que sucede e incluso hemos encontrado niños con un poco de depresión y las herramientas son para sobrellevar estas circunstancias de volver al aula”, expresó.
Moris declaró que todo esto lo trabajan con el equipo multidisciplinario de convivencia escolar compuesto por psicólogos, asistentes sociales, orientadores y los encargados de convivencia. Están en un proceso de volver a enseñar a los alumnos lo que significa estar dentro de una sala de clases y comentó que algunos están muy preocupados por los contagios y eso afecta a algunos de distinta manera.
“Estamos con un protocolo de contención, de escuchar porque no podemos llegar y sancionar a un menor porque peleó o está agresivo. Obviamente, siempre llamamos al apoderado y el protocolo indica que primero se detiene la situación (pelea, discusión) y se conversa con los niños para ver la raíz de sus dificultades. En algunas unidades educativas vimos que las cosas que ocurrieron las traían desde sus casas y cuando se encuentran gatillan una discusión”, relató.
En estos casos el protocolo indica que los menores son separados, luego hablan con ellos y realizan las entrevistas individuales. Llaman a los apoderados e informan lo acontecido, con las versiones de su hijo y del otro estudiante para alcanzar acuerdos según la gravedad. Si esto llega a una suspensión continúan con reuniones y un seguimiento, porque entienden que un problema que se generó en el verano si ha durado tanto tiempo, tampoco lo solucionarán con una suspensión.
“Antes de la pandemia esto lo habíamos logrado y si bien teníamos situaciones, hubo una importante mejora en las unidades educativas, por lo menos en el trato. Y todo esto tenemos que volver a recuperarlo porque son tres años de los niños y niñas fuera de los establecimientos, hay que volver a enseñar. Tratamos de no buscar sanciones punitivas sino formativas. Cuando vemos que los niños necesitan estar un día fuera del establecimiento para que reaccionen a lo sucedido, en ese caso recurrimos a una suspensión corta, no más de dos días, porque también necesitamos que los niños readecúen sus sentimientos, sus emociones al estar en una sala de clases”, sostuvo la encargada de Convivencia Escolar.
Qué hacer en el establecimiento
Si un alumno atraviesa por un episodio como éste, Moris explicó que Lo ideal sería, por ejemplo, si es que hay algún alumno con el que hubo un problema en el verano, que exista la confianza para acercarse al encargado de convivencia, a la orientadora o con quien sienta seguridad. La persona que recibe esta información debe conversar con el estudiante y si no puede resolver tiene que derivar y para eso cuentan con los equipos multidisciplinarios en los establecimientos, ya que la idea es que sean proactivos.
“Si consideran que la unidad no está ayudando pueden venir a la CMDS y hablar conmigo, con la encargada de Convivencia Escolar y puedo ser el canal, porque la idea es que todo se solucione en la comunidad educativa. Tenemos personas competentes en sus cargos, lo que pasa es que a veces los apoderados creen que no se hace nada, pero en el día a día se producen tantas situaciones en un establecimiento, que tal vez no se resolverá el mismo día que se da el aviso. Tratar con personas genera un mundo situaciones que debemos atender y los apoderados cumplen un rol importante, porque la ayuda que puedan dar a sus hijos es tan vital para nosotros como lo que hagamos en la unidad educativa”, subrayó.
Esto esta empeorando de manera exponencial