Un reportaje aparecido en este medio dio cuenta de las complicaciones que tienen los habitantes del sector Óscar Bonilla de la capital regional, detalles que resultan de una profundidad que va mucho más allá de la violencia observada, más compleja que la caricatura en la que suele caerse cuando se habla del sector.
En Bonilla -es cierto- hemos visto hechos inaceptables, difíciles de entender o avalar, pero el enojo que pudiera causarnos, no puede hacernos ciegos a las causas que la explican. Es parte del trabajo que toda la sociedad, en especial las autoridades, deberían hacer a propósito de lo ocurrido desde el 18 de octubre de 2019.
¿Por qué pasa lo que sucede? ¿Qué hacer para evitar que vuelva a ocurrir? Son al menos estas dos preguntas las que debiéramos intentar responder y podrían llevarnos a una aproximación mejor al fenómeno, entendiendo y reconociendo que la queja aparece por un resentimiento que se aloja en el seno de las personas que se autoperciben no atendidas por la contraparte, en este caso por el Estado y sus múltiples caras: desde el gobierno, el municipio y hasta las fuerzas policiales.
Bonilla no ha sido escuchada. Tiene malos indicadores de vivienda, transporte, salud, educación, áreas verdes y cualquier otro factor que sea mensurable.
Al recorrerla queda la impresión de que el gran responsable es efectivamente el Estado, que ha dejado muy de lado a una región y a una ciudad técnicamente ricas, y por lo mismo, dejando a las personas las soluciones sus problemas inmediatos con el sustento casi exclusivo de su propio esfuerzo, sean estos de vivienda, seguridad o diversión. Si requiere un hogar: pague por ello; si quiere entretenimiento: vaya al mall o viaje al extranjero; si quiere cuidado: llene su vivienda de rejas. ¿Y quién construye plazas o parques? ¿Dónde se hace deporte sin pagar? ¿Dónde se accede a ese “bien de consumo” que es la educación?
El territorio más rico de Chile nos muestra un rostro que debemos revisar. El país se ha desarrollado como nunca en estos 30 años, es un hecho, pero en el camino han quedado muchos heridos y no se puede ser ciego a aquello. No se trata de tirarlo todo por la borda, sino de mejorar para avanzar.
Es cierto, la igualdad perfecta no existe, es una quimera, pero puede al menos, intentar corregirse, para evitar desequilibrios que hieren a las personas, son causa de resquemores, pasto seco para los profetas de las verdades absolutas y pólvora para los estallidos.
Si para la mayoría de los jóvenes lo normal es llegar a la educación superior, con qué sueñan los jóvenes de Bonilla. ¿Con escapar de la droga que tiene cada vez más espacios o comprar las zapatillas de moda?
En un territorio sin perspectivas puede ser fácil caer en la adrenalina de los estallidos, pero también en otros grupos y acciones todavía más peligrosos, no lo olvidemos. Muy lamentablemente hay segmentos de la población a quienes se ha secuestrado sus más íntimos anhelos y eso solo deja espacio para la frustración en una sociedad cada vez más carente de bordes ideológicos.
Antofagasta -toda- debiera empujar una solución que no será fácil, pero los muchachos y familias de Bonilla necesitan y merecen. No hacerlo es absurdo y negligente y las consecuencias las seguirán pagando todos, en especial, las próximas generaciones que allí habitan.
Un privilegio para nosotros los usuarios , por tener a un líder de opinión creíble, inteligente, equilibrado como Victor Toloza, buscando siempre como contribuir a nuestra ciudad, de una humildad Franciscana, respetuoso de de la opinión divergente.
gracias Dire