Al leer «¿Estamos todos locos en Antofagasta?», la columna de Pablo Toloza publicada en www.timeline.cl, no puedo más que concordar con él en gran parte de lo que allí se plantea. Efectivamente tenemos la tendencia a «negativizar» el cómo es nuestra ciudad y las cosas que pasan en ella.
En mi parecer, mucho de esta «visión pesimista» reflejada en las opiniones de nuestros coterráneos sobre Antofagasta, se sustenta, más bien, en sensaciones o percepciones, las que a su vez (en muchos casos) corresponden interpretaciones de otros, más que en la propia experiencia.
No se trata de tapar el sol con un dedo, o poner la basura bajo la alfombra. Efectivamente vivimos en una ciudad que tiene defectos (no menores) o adolece de un montón de comodidades (que si tiene otras urbes). Sin embargo, sostengo que las virtudes y las cosas buenas de Antofagasta superan a las negativas.
Pero, y diferencia de Pablo, a quien las dudas lo asaltan (y alguien podría decir que hasta las preguntas roban en Antofagasta), a mi me nace la inquietud de entender por qué y de dónde se alimenta está sensación de vivir en una ciudad «tan temible e inhóspita» como esta.
Sin duda, la respuesta es mucho más compleja de lo que uno cree (de hecho es digna para un sociólogo, cuya tarea es complejizar las cosas simples de la vida) y seguramente debe implicar el análisis de una serie de variantes para responderla.
Una de estas aristas, sin duda, se relaciona con el vínculo que se establece entre las fuentes de información, los medios de comunicación y de quienes consumen esta información (los receptores). Y entendiendo que cada uno de estos actores juega su rol dentro de este esquema, quisiera poner mi llamado de atención en estos últimos, los receptores.
Desde mi punto de vista, el consumidor de los medios de comunicación, especialmente el de noticias, es un receptor pasivo, que tiene la tendencia a «tragarse» todo con mucha facilidad, sin mayores cuestionamiento o análisis de lo que se le está «vendiendo». No digo que los medios nos vendan una mentira o inventen los hechos que relatan, pero se debe entender que ese relato está filtrado por otra persona igual a nosotros, con sus propios prejuicios, valores y principios o línea editorial, por ende, la suya puede ser una visión de muchas posibles.
«Los hechos no son lo mismo que las cosas. Las cosas reales están ahí, esperando que las dejemos ser, es decir, que las conozcamos».
Efectivamente, en Antofagasta han matado a personas, pero no es una ciudad de asesinos; efectivamente existe droga, pero no estamos sumidos bajo la ley de carteles del narcotráfico; efectivamente tenemos un número importante de inmigrantes, pero no nos están empujando hacia el Pacífico; efectivamente hay presencia de metales pesados en el sector del puerto, pero nadie aún me ha dicho no pase con mis hijos por allí porque podrían contraer una enfermedad mortal.
Por lo tanto, el llamado es a convertirnos en receptores activos, es decir, tener una actitud más analítica, critica (en el buen sentido), comparando, ponderando, poniendo en perspectiva, recurriendo a otras fuentes, o si quiere, «googleando». La idea es que construya su propia conclusión con base, con sustento, no con sensaciones.
Última Hora
COMPARTE ESTA NOTICIA